Sara Gagino: «Mi abuelo es carpintero y yo soy alérgica al polvillo de la madera»
CABANA DE BERGANTIÑOS
Camarera, jugadora de fútbol y artista, hoy inaugura exposición en O Polvorín de Monte Alto
09 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hoy inaugura exposición en O Polvorín de Monte Alto. «A ver si hago sold out [todo vendido]. Yo quiero vivir del arte pero por ahora no me da. Trabajo de camarera y a base de servir cañas espero poder ahorrar lo suficiente mientras me doy a conocer como artista», reflexiona. Es un torbellino. Reconoce que le cuesta concentrarse y que es hiperactiva. «Soy una ansias para todo. En una hora hago siete cuadros y podría estar las 24 horas pintando. Eso sí, al día siguiente lo que no me gusta lo pintaría por encima», asegura Sara Gagino Allo, de 23 años. Charlamos en la terraza de La Campana, en Torreiro. Se presenta con unas bermudas vaqueras, una sudadera con el logotipo de su marca Ininganinable, un juego de palabras con su apellido, y acompañada por su pareja, que es educadora infantil. Es una chica que cautiva con su naturalidad y sonrisa. «Hay mucha gente muy sonriente que en realidad no es feliz, es una fachada. No es mi caso, ahora mismo reboso felicidad porque estoy haciendo lo que me gusta», reflexiona Sara, que me descubre otra de sus frases favoritas: «No me grites más, que te escucho menos».
Los genes familiares
Te va contando las cosas a borbotones. Parece nerviosa pero no, es que ella es inquieta. Me habla con gran emoción de Canduas, Cabana de Bergantiños. «Mi abuelo era carpintero de ribera y recuerdo que con 5 años me corté con el serrucho. Me encanta trabajar con trozos de madera y darle forma. Mi abuelo hacía barcos y después cestos, y me apasiona, aunque soy alérgica al polvillo de la madera y tengo que trabajar con mascarilla», asegura. Estudió en Zalaeta y recuerda a una profesora que la animó a hacer el bachillerato artístico en Adormideras. «Fue la época más bonita de mi vida. Había profesores que te explicaban tan bien que casi no necesitabas estudiar. Después hice carpintería en el Calvo Sotelo, que ahora es Rosalía Mera. Había dos profesores que me dejaban libertad artística, que es lo que necesito. Después me matriculé en un ciclo superior y lo dejé porque era estar todo el día con el ordenador y las matemáticas. Yo no quiero trabajar en Ikea diseñando una cocina para una señora», sentencia. La carpintería la lleva en los genes y también la hostelería, porque su familia es la de los famosos locales Lois. «Para ganar dinero trabajo para Alborada, una empresa de cáterin. A mis jefes les gusté porque soy sonriente y agradable con los clientes. Estoy pensando cursar el ciclo superior de Restauración en el Paseo das Pontes y también formarme en el mundo del vino, que es un sector con muchas posibilidades. Hago un poco de todo, pinto y soy camarera, pero mi sueño es vivir del arte. Por ahora trabajo en un bajo que comparto con una amiga que es tatuadora. No se trata de vender, sino de darte a conocer», reflexiona Sara, que percibo que está deseando que termine la entrevista para levantarse y salir como un foguete, como así sucedió.
Arte y «merchandising»
Durante un mes exhibe en O Polvorín algunas de sus creaciones. Tazas con la imagen de uno de sus cuadros, pegatinas, llaveros, cuadros y una espectacular obra hecha con retales de madera que representa un lobo, además de camisetas y sudaderas con el curioso nombre de iningaginable. Por culpa de una tendinitis tuvo que variar un poco su actividad, pero sin dejar de crear, como esas fotos de perros que le mandan y ella transforma en una ilustración digital. Una joven artista muy activa y siempre pegada a un paquete de pañuelos por culpa de la alergia al polvillo de la madera, al polen y a lo que haga falta. «También juego al fútbol en el San Pedro, que tiene el campo detrás de Jardiland. Me gusta mucho porque creo que es una forma de descargar adrenalina. Siempre tengo que hacer algo», afirma. Antes de levantarse y salir a toda velocidad, me dice otra de sus frases: «No me gusta que me digan lo que tengo que hacer».