
«Opté, sin perder la mía uruguaya, por la nacionalidad española. (...) Mi opción por ser español es porque ansiaba serlo, por amor a mis orígenes (...)»
24 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Con morriña os cuenta su vida desde Montevideo un gallego-uruguayo, abogado, pintor, escritor, periodista, pariente de San Rosendo, Rosalía de Castro, Manuel Curros Enríquez, los señores de As Pallas, y otros, con fuerzas de la raza celta mirando hacia el futuro.
Fui bautizado en la Catedral montevideana, hace 58 años, por un amigo Ramón Arizmendi Regaldie OP, siendo su madre, gallega, descendiente de franceses. Recibí los nombres de Pablo Santiago, el primero, por el Apóstol vía de conversión de mi padre del judaísmo al catolicismo y Santiago por el Patrono de España y haberse casado mis progenitores, en la Corticela, Catedral de Santiago. Mis primeros educadores fueron mis padres, pero en lo formal, una profesora británica, los Hermanos Maristas en los estudios primarios y luego los estudios de bachillerato con los Padres Jesuitas. Sentí una clara vocación por la abogacía a los trece años, puesta por Dios. Estudié en la Universidad de la República y me gradué como doctor en Derecho y Ciencias Sociales en 1984, con 24 años, aunque desde los 18 ya trabajaba en estudios jurídicos y notarías, al tiempo que estudiaba. Y siendo ya procurador, era socio de Pedro Villaamil Muñoz, descendiente de un banquero carlista fugado de España en el XIX.
Estudié un máster en Derecho de la Empresa (Universidad de Montevideo) y fui profesor agregado de la Universidad Católica. Opté, sin perder la mía uruguaya, por la nacionalidad española, con vecindad civil gallega. Y convalidé mi título de abogado en España en 1993.
Mi opción por ser español es porque ansiaba serlo, por amor a mis orígenes, lo que llevó a mi tío segundo y último Varela en Carballo, abogado, exconcejal y teniente alcalde, Guillermo Peinador Varela, a decir: «¡Hombre, con razón querías ser español!». Él era muy respetado en A Coruña, y Madrid. Mi padre, Mario Hübner Lehrer, era un austro polaco, nacido en Nizankowice, provincia Lwow, Galitzia, ex Austria, ex Polonia, hoy en Ucrania, a tres kilómetros de Polonia. En 1925, cuando nació mi padre, estaba muy fresco el Imperio austrohúngaro en Galitzia, cuyo último emperador fue el beatificado por san Juan Pablo II, Carlos I de Habsburgo. Mi familia admiraba hasta la devoción si se quiere a esta dinastía Habsburgo.
Enlazando mis raíces
Fue el último monarca de la rama de Fernando, el hermano de Carlos V de Alemania y Austria y I de España, pariente pues, de los Austrias, descendientes de los Reyes Católicos. Bueno, así se enlazan mis raíces. Dos sangres y una religión. Aprendí galego por audiciones radiales y trato con personalidades como José María del Rey Sánchez, miembro de la Real Academia Galega, mi familia y numerosos gallegos de todas los opiniones y formaciones culturales, estratos sociales, posiciones políticas y religiosas. Mi abuelo era hijo del exalcalde de Carballo y licenciado en Farmacia Romualdo Varela y Fachal, el primero que investigó sistemáticamente las hierbas medicinales en Bergantiños y su señora, Jesusa Enríquez Bermúdez.
Esta tenía un solo hermano varón, Plácido, enterrado delante de la Parroquia de San Xurxo, Jorge, de Artes por derecho de patronato junto al jurista, juez y diputado a Cortes Pedro Bermúdez de Castro y del Villar, ascendiente de todos, pero más de Antonia. Esta era mi tatarabuela, casada con Víctor Enríquez Feixoo, abogado, nacido en Celanova, quien ante el romance «non sancto» de su prima con un seminarista, que terminó en el nacimiento de Rosalía de Castro, la mejor poetisa gallega, con un antojadizo uso del apellido Bermúdez de Castro, por una generación o rama, Bermúdez, otra de Castro, Bermúdez de Castro, nuevamente, prohibió para siempre por vergüenza familiar el uso del apellido de Castro. El matrimonio Enríquez Bermúdez, vivía en el Pazo de As Pallas y Carballo. Como dije, de Celanova vino mi tatarabuelo, cuna de los Enríquez, sangre real castellana y de los Feixoo, siendo pariente pues por estos, del obispo y abad benedictino, san Rosendo. Mi abuelo tenía derechos forales, y ejercía derecho de presentación de párrocos de varias iglesias, siendo José García Gondar, en Carballo, el primero designado directamente por el arzobispo. Los Villar habían emigrado temprano algunos y por eso el general José Villar, uruguayo, jefe del ejército regular en la guerra civil de 1897, era tío segundo de mi abuela Josefina, española. El matrimonio Varela López fue y vino de Uruguay a España y viceversa, desde su boda, para finalmente afincarse por razones familiares en Montevideo.
Galicia y Uruguay
Mi abuelo participó en la vida de la colectividad española, como secretario del Centro Gallego de Montevideo, cuyas actas se pueden consultar en Galiza Aberta, primero y luego como socio en el Club Español. Había egresado de la Universidad de Santiago de Compostela, Facultad de Farmacia, Fonseca, en 1904. En el Obelisco de la Plaza del Ayuntamiento de Carballo no solo figura el nombre de mi bisabuelo Romualdo, como alcalde sino también el de mi tatarabuelo, el abogado Diego Varela Costa. Debo precisar que mi madre fue la única que escribió sus memorias, publicadas en 2011, regalo de la Parroquia de San Xoán Bautista de Carballo, donde fue bautizada, y gracias a su párroco José García Gondar.
Volviendo a mis actividades, diré que el Colegio Provincial de Abogados coruñés tiene una sección de intercambio con abogados gallegos en el exterior del que soy miembro pero está inactiva. Fui asesor directo del directorio de la empresa estatal de agua potable y saneamiento uruguaya. En ese período contraje matrimonio con la compañera de mi vida, Alicia, con quien formé mi hogar, de profesión notaria.
Períodos difíciles luego vinieron al Uruguay a partir del 2005, que parecen cambiar y es propicio nuevamente un intercambio comercial y humano en serio, ya que la vieja emigración es muy anciana. Falta esa presencia de aquel pequeño o gran inversor gallego. Se está apagando la presencia gallega en Uruguay. Galicia tiene mucho para ofrecer a Uruguay. Ejemplo de ello son las industrias Calvo de Carballo. Lo otro, energía eólica, forestación, agropecuaria, tecnología en agua potable y saneamiento... Cultural y educativamente poca inversión. Y mucho se puede hacer en materia de investigación, subsidiando actividades de personas en el área humanística no curricular, que en apariencia no rentan, pero afirman los lazos comerciales sin caer en la tentación del convenio con instituciones en Uruguay, lo que deja fuera a numerosas personas, por edad, etcétera. O simplemente, porque no interesan...