
El ferrolano iba para militar, pero acabó de maestro. Pasó por Camariñas, Cerqueda y Carballo, donde se afincó en el año 1971
30 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Antonio Andreu Cid nació en Ferrol hace 75 años, pero en la práctica ya es mucho más carballés, porque lleva en la capital de Bergantiños desde el curso 71-72. Mucho más de media vida. Hasta aquí llegó, con su mujer, destinado al colegio Fogar, aunque en medio estuvo siete años en la escuela de Seixas-Filgueira, en Cerqueda. Los últimos cinco años de su etapa profesional en activo los pasó en el instituto Alfredo Brañas, cuando los cambios derivados de la ESO, pero su trabajo está sobre todo ligado al Fogar, donde además fue director un curso. Y tan ligado: «Fui el primer profesor que pisó el colegio, tenía los muebles allí, mientras Chinto [el entonces alcalde, Jacinto Amigo] me buscaba un piso en las viviendas de maestros junto al antiguo campo de fútbol». La mayor parte de sus años de profesor dio clase de matemáticas, la rama en la que se especializó.
Esa fue su última etapa, pero para llegar a ella fue necesario recorrer un camino. Y de joven no parecía muy predispuesto: «Hasta los 16 años, yo era el tío más vago que había en Ferrol. Pero justo a esa edad, iba yo por la calle Real y venía un compañero con una chica de mi edad. Me la presentó, charlamos... Y me dije que tenía que ser para mí. Así que a los 19 años éramos novios, y a los 22 nos casamos. Fui muy insistente», recuerda con una sonrisa.
Esa relación le obligó a esforzarse más. «Había por allí un ingeniero militar, un médico, un militar de graduación... Si quería tener algo tenía que ponerme a estudiar como un loco. Y lo hice. A mis padres casi les da un infarto, al pasar de no pegar golpe (aunque con dos meses aprobaba todo) a ponerse en ese plan. Así que puede decirse que empecé a estudiar por amor».
Eligió Magisterio. «Ya de pequeño me gustaba hacer de profesor con los amigos, pero no tenía pensado ser maestro. De hecho, iba a ser militar, como mi padre y mi hermano. Era lo que quería mi padre, y me mandó a la academia Proa, de Zaragoza, la que mejor preparación daba. Pero una vez allí, cuando vi lo que iba a suponer ser militar, dijo que eso no lo quería. Así que volví y me puse con Magisterio. Estudié por libre, me preparaba en una academia de Ferrol y me examinaba en A Coruña. La carrera de tres años y 37 asignaturas la saqué en un año y ocho meses. Me llamaban el rayo, porque no se enteraban de que pasaba por allí. Y así empecé mi futuro. Después me enamoré del aula».
Su primer destino estuvo en el Luis Vives, de Pontedeume, un año; después, otro en un centro de auxilio social para chicos con dificultades; más tarde, a Xaviña, en Camariñas, donde los vecinos no querían que se marchase. Y finalmente, Carballo, con los siete años en Cerqueda en medio, aunque residencia en la capital de Bergantiños. «¡Y eso que vine por un año!».
Más de 7.500 alumnos
«La docencia es mi vida. En Carballo he estado y estoy a gustísimo. Aquí vivo y me quedaré. Pensé alguna vez, hace tiempo, lo de irnos a Ferrol, pero, ¿para qué? Aquí me conoce todo el mundo, allí no. Somos más carballeses que ferrolanos, aunque mi mujer, mi hijo y yo seamos de Ferrol». Su otra hija ya es plenamente carballesa, y en su momento fue todo un acontecimiento, por ser de las primeras adopciones que se realizaron en Carballo, hace ya casi 30 años. «En Carballo siempre me tropiezo con alguien a quien he dado clase. Calculo que he tenido entre 7.500 y 8.000 alumnos».
Sigue dando clase, pero ahora como voluntario, en las clases de refuerzo y apoyo escolar que organiza la parroquia. Le parece una actividad «maravillosa», y elogia el trabajo general que realiza el párroco, José García Gondar: «La labor que hace es impresionante».
Tuvo su época de director del Casino, del 84 al 87. En el 85, la junta directiva que presidía actuó para que las mujeres pudiesen ser socias. Realizaron obra, arreglos en las instalaciones. Los socios podían usar servicios de otros casinos si iban de viaje, como el de Vigo. Tiempos también de cambio, que quedan lejos.