La cruz procesional de Rus, Carballo, la demostración del poder de una feligresía

luis ángel bermúdez fernández

CARBALLO MUNICIPIO

LUIS BERMÚDEZ

Mide un metro de alto, es de plata y su decoración, renacentista

02 ene 2022 . Actualizado a las 20:16 h.

En tiempos pasados, las cruces parroquiales suponían un quebradero de cabeza para feligreses y párrocos, ya que no solo eran la carta de presentación de cada parroquia sino que eran, también, piezas que debían mostrar su poder económico. Por eso, vecinos y clérigos intentaban adquirir las mejores obras y de los mejores orfebres, sin escatimar gastos. Es habitual que cada una tenga una seña de identidad parroquial, representando, aparte del Crucificado, al patrón en el reverso.

Las cruces parroquiales, pensadas para abrir y presidir las procesiones, fueron retiradas del culto por miedo a ser sustraídas y, por eso, se dejan ver pocas veces al año. Muchos párrocos decidieron buscarle sustitutas y comprar otras piezas secundarias de menor valor, de bronce o metal, que estuviesen habitualmente en las iglesias.

El arciprestazgo de Bergantiños no solo destaca por la riqueza arquitectónica y escultórica de sus templos, sino también de la orfebrería y, dentro de este grupo, especialmente por las cruces. En las feligresías de Coristanco sobresale, por ejemplo, la cruz de Ferreira o la de Castro: se custodian, en el archivo de la catedral de Santiago, los contratos de ambas piezas. La de Ferreira, fue encargada el 14 de marzo de 1612 por los vecinos Juan y Alberte de Podrizo, en nombre del párroco Fernando de Villar, al platero compostelano Pedro de Miranda. La cruz debía de pesar, según el documento, seis marcos de plata y debía de estar terminada en el día de «Santiago de julio próximo». En la misma época que la cruz de Ferreira se puede encuadrar la de Verdes, en cuyo anverso aparece un san Adrián un poco peculiar, representado a la manera de san Sebastián. Por otro lado, la de Castro, reformada a lo largo del tiempo, fue encargada al platero santiagués Jorge Cedeira el mozo el 3 de abril de 1609 por los feligreses Pedro Vecino y Juan de Mira, siendo rector Juan García.

Otras cruces de cierta importancia en Bergantiños son las de Bértoa, en Carballo, (posiblemente del siglo XVIII), mientras que la de Sofán, Valenza o Cances son de principios del XIX, muchísimo más sencillas y exentas de tanta decoración en comparación con sus predecesoras. Ya en el siglo XX, con la pérdida del poder económico de la Iglesia, las cruces van a ser de menor valor, en la mayoría de los casos procedentes de la casa madrileña Meneses. Así, tenemos la cruz neogótica de Castro, usada para diario; otra cruz historicista de gran tamaño de A Piña y Coristanco, esta última comprada por el sacerdote Manuel Pose Pérez después del robo acontecido el 28 de octubre de 1923. De los talleres Meneses salió, también, la cruz de Couso, la de Sísamo, Lemaio, de Rececinde, etcétera.

José Manuel Casal

Pero, sin duda, la más famosa y espectacular de Bergantiños es la de Santa María de Rus. Mide un metro de alto por 50 centímetros en su brazo transversal, y hecha en plata con decoración renacentista de grutescos y candelieri.

Iconografía muy rica

Tiene un programa iconográfico muy rico: en el anverso de la pieza aparece Cristo crucificado en el momento de expirar. En el cuadrón está representada la ciudad de Jerusalén con el sol y la luna, paisaje típico de la crucifixión. A su izquierda, el toro alado que identifica a san Lucas, y a su derecha, el león del evangelista san Marcos.

Sobre la cartela del INRI se halla el águila de san Juan y en la parte inferior santa María Magdalena, en expresión orante. En el reverso de la cruz encontramos a la Virgen María con el niño Jesús en brazos, flanqueada por los apóstoles san Pedro y san Pablo, identificados por los signos de las llaves y la espada, respectivamente.

Sobre la Virgen aparece el Padre Eterno, en actitud de bendición, y en el lado opuesto se representa un pasaje de la pasión de Cristo, su flagelación atado a la columna. De toda la pieza no solo llama la atención su iconografía, sino también la base, es decir, la macolla. Esta parte parece imitar, tal y como evocaba una reseña en un periódico de principios del siglo XX, el ábside de una catedral gótica, con sus contrafuertes, tracerías o pináculos.

Iglesia de Rus
Iglesia de Rus ANA GARCÍA

Autor y fecha desconocida, y con numerosas restauraciones

Sobre la autoría y cronología de la cruz de Rus nada se sabe. Cardeso Liñares, en un artículo que dedicó a la parroquia, afirma que se puede encuadrar en torno a 1540, y la enlaza con el taller de Antonio del Arfe, teoría bastante atrevida. Cardeso llega a afirmar, también, que la macolla es falsa, ya que podría ser una obra historicista de finales del XIX. Esta idea puede ser rebatida con una foto hallada en un repositorio en línea, que muestra el aspecto de la cruz el 1 de noviembre de 1897, donde se ve la pieza tal cual es actualmente con sus defectos.

Por esos mismos años se ha encontrado otra fotografía en La Ilustración Española y Americana. Según el vaciado documental de esta parroquia realizado por la carballesa Desirée Domínguez Pallas, en un inventario de principios del siglo XVII, la cruz procesional tenía «la manzana con una linterna de seis nichos, peanas y capiteles y sus pilares y más arriba tiene otros seis pilares en otra, que es como la segunda linterna», por lo que la tesis de Cardeso sobre la falsedad de la macolla queda desechada.

Lo que sí sufrió la cruz fueron muchísimas restauraciones: en 1671, por el platero Juan Blanco, o a mediados del XVIII, por el platero José Novoa que, aparte de repararla, le hace la vara para poder procesionar.