La cinta de Ignacio Vilar hace un amplio recorrido por lugares y ambientes de la zona
02 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Decía esta semana el teniente de alcalde de Fisterra, Xan Carlos Sar, que forma parte del elenco y comparte tertulia con otros marineros a las puertas del bar A Galería, que la película Sicixia se disfruta todavía «moito máis cando a ves por segunda vez». Y quizás no le falta razón porque para un vecino de la Costa da Morte son tantos los detalles visuales y sonoros en los que fijarse que casi la historia, esa alegoría de la leyenda de Buserán, construida por Ignacio Vilar con Marta Lado y Monti Castiñeiros, pasa a un segundo plano y es la comarca, sus ambientes y su gente la que asume el papel protagonista.
Son numerosos, y a veces incluso difíciles de detectar a primera vista los escenarios que esta película -que no para de recibir halagos y buenas cifras de taquilla en su primera semana- recoge de la zona, desde Cabana y Carballo en una punta hasta O Ézaro y Caldebarcos en la otra.
Algunos saltan a la vista de inmediato, incluso para alguien que no sea de aquí y solo conozca los enclaves más simbólicos. Es el caso de la Pedra de Abalar de Muxía, con el santuario y A Ferida al fondo; la zona de Vilán, con los baches de la pista de Reira incluidos; el Monte Branco y la desembocadura del Anllóns o la playa de O Rostro, en Fisterra.
Sin embargo, otros, en los que además se desarrollan elementos cruciales de la trama, exigen detenerse un poco más y un conocimiento superior de lo que es la Costa da Morte, que aparece aquí retratada con viento, niebla, frío y esa atmósfera invernal que le da su verdadero carácter.
Así, con algo de atención, se puede ver que el camino que toma Olalla (Marta Lado) hacia su insípida vida hogareña no es otro que un callejón de la corcubionesa Praza Castelao, al lado del Banco Pastor, en el que se intuye que trabaja su marido.
Xiao (Monti Castiñeira) pasa sus momentos de reflexión y cigarros en una estructura de obra abandonada y tomada por la maleza en Ogas (Vimianzo). Juntos cruzan el puente de O Ézaro en lancha, viajan por la carretera de Caldebarcos o se unen a la fiesta de la taberna O Pescador de Carballo. El ingeniero de sonido se relaja en la piscina del hotel Mar da Ardora y recoge la subasta de la lonja de Fisterra. Se las ve con Artur Trillo, tío de Olalla en la ficción, detrás del mostrador de Costa da Morte Sub, mientras ella acude a trabajar a Porto Muíños, en el polígono de Cerceda. Y así un largo etcétera de recorrido comarcal.
Si bien la naturaleza, incluso subacuática, se lleva la mayor parte del metraje y dibuja una estampa idílica de la Costa da Morte, también hay otros elementos menos edificantes que no escapan de la lente de Ignacio Vilar. Así durante buena parte de la película se suceden las fachadas en ladrillo vista, las columnas sin tejados y otras tantas muestras del feísmo que también impera en la zona.