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El Cabo Fisterra es también el fin del mundo para muchos fallecidos

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

SANTI GARRIDO

Hay más que urnas cerca del faro. Sobre todo, placas y cruces en memoria de los fallecidos, a veces de muy lejos

06 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El hallazgo, la semana pasada, de una urna funeraria en el Cabo Fisterra, fue llamativo, pero nada excepcional. El año anterior ya se había localizado otra, en ambos casos vacías. Seguramente hay o hubo muchas más, pero escondidas en algún recoveco entre las piedras o la maleza, como en este último caso, en el que fue un perro el que la detectó.

El Cabo Fisterra, mítico por tantos motivos, es asimismo un lugar de último destino, ya sea con las cenizas o con recuerdos, sobre todo placas, fotos y textos. También ha habido suicidios.

Un paseo de apenas diez minutos, sin descender demasiado, permite ver ejemplos de todos esos elementos. Las cruces se van sucediendo. Generalmente son débiles y el viento y la lluvia acaba con ellas, al margen de las recogidas habituales por el Concello de todos los restos (ropa, calzado, papeles...). Al menos, la absurda moda de los milladoiros, que duró bastante, ya ha desaparecido.

Hay placas muy veteranas. De más de ocho años. Junto a la cruz xacobea, tan maltratada por los sucesivos fuegos, había dos, pero solo queda una. Todas las que se ven son de fuera de Galicia, incluso de España. También hay muchas fotos, y objetos personales con inscripciones y mensajes. Y velas y velones en lugares resguardados. El almacenaje es tal que incluso sorprende a los visitantes habituales. Más lo hará a partir de ahora, con la primavera, cuando los peregrinos se multiplican, y con ellos los objetos que abandonan. Tal vez el Concello debería idear algún espacio para dejar constancia de estos recuerdos, incluso por vía digital: la demanda es segura.

Restos esparcidos

Nada nuevo, los ejemplos son miles. En 1999, una hospitalera recibió una caja desde Lille, llena de cenizas, con el encargo de esparcirlas por el cabo. Cumplió el encargo con gran solemnidad. Con frecuencia son los propios caminantes o visitantes los que se acercan para esparcir los restos, en ceremonias íntimas y sencillas que solo trascienden si lo comentan en el hotel o si coincide con alguien que los vea, de ahí que un censo sea imposible. También ocurre por mar, y de hecho no es la primera vez que algún pasajero del María Helena, el barco de cruceros, abre la urna desde la borda. En otros casos, las preferencias se quedan en el cementerio de Portela, que de cementerio tiene solo el nombre y el destino, pero nada más. Ya en el 2003, la familia de un exmaestro en Fisterra entre 1970 y 1986, Manuel García Seijas, escogió este punto de Cabanas para esparcir sus restos.