Universal

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

FISTERRA

ANA GARCÍA

23 jul 2024 . Actualizado a las 11:23 h.

Encontramos a Paolo cerca de la Pedra Cabalgada do Brazal, el icono geológico de Dumbría. Fue el sábado. LLoviznaba y se protegía con un impermeable azul. Caminaba con paso decidido hacia ese «borde pavoroso» que escribió el vendedor de biblias inglés George Borrow. Venía andando desde Florencia y en pocas palabras mostró que ansiaba llegar al mar tenebroso de los romanos, donde el sol se acuesta a diario en un desierto de agua. Ese inmenso espacio de los interrogantes. El lugar al que viajaban las almas en busca del paraíso. El escritor Alonso Romero dijo un día que la catedral de Santiago tendría que estar en Fisterra. «Levámo-lo crepúsculo tatuado nas cadernas». Es un verso glorioso del poeta del mar Alexandre Nerium, conocedor de las profundidades y las superficies del océano que nos baña y guía perpetuo de un museo que sin su sabiduría no sería más que un montón de artes de pesca. Allí, en Fisterra, a la orilla del mundo, remata el Camiño, como en Nachikatsuura (Japón) termina el Kumano Kodo, la otra ruta también Patrimonio de la Humanidad. Ambos extremos de Eurasia, el vínculo del Pacífico con el Atlántico, alfa y omega del planeta que pisamos y que nos da la vida. Cuando se pone el sol en el Promontorio Nerio, el último paso de Europa, amanece en el otro extremo, a 10.000 kilómetros. Un fenómeno natural único. Coincide algunos días al año. Hoy mismo. Un acontecimiento que esta tarde será plasmado en una retransmisión en directo, una especie de ritual de observación bajo los auspicios del científico Jorge Mira, que oficiará a modo de druida ante esta conjunción que convierte a Fisterra y a Nachaketsuura en enclaves universales hermanados por Helios. Conviene no perdérselo.