La laxense que preparó miles de litros de café para los voluntarios del Prestige
LAXE
Personas con historia | «Foi horrible ver esa ribeira, que tanta fame nos quitou, cuberta de chapapote», comenta Dora Lema, que también trabajó como telefonista y fue concejala con el primer alcalde de la democracia
05 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando el chapapote llegó a la costa, Dorita tardó en reunir el valor para bajar a verlo con sus propios ojos. Pero lo hizo, y como aquella gaviota cubierta en fuel que no llegaba a alzar el vuelo, ella se quedó allí prendida también. «Esa ribeira que tanta fame nos sacou de cativos... Foi horrible vela así». Quien habla es Dora Lema (Laxe, 1953), que no tardaría en hacerse un nombre entre los que entonces, hace ya veinte años, arrimaron el hombro para limpiar el litoral.
Cuando empezaron a llegar los voluntarios, en Laxe, como en tantos otros pueblos pesqueros, faltaba infraestructura. «Comezaron vindo as fins de semana. Chegaban os venres, en moitos casos de madrugada, e marchaban o domingo. E en pleno inverno! Para que tivesen sequera algo quente que levar á boca, falei co alcalde para ver se podía conseguir uns termos grandes e así levarlles café. Prestáronlle dous de 25 litros dende a Cruz Vermella de Carballo e durante polo menos dous meses fixen litros e litros de café no meu soto para que o tivesen listo os voluntarios ao chegar, e tamén os seguintes días mentres limpaban». Aunque eso significase levantarse a las cuatro de la mañana, como fue el caso en muchas ocasiones.
En enormes cacerolas —«das de facer o caldo», rememora Dora— hervía leche y café, que después filtraba con los coladores que tenía por casa. «Moitas horas me teño pelexado con iso, e queimado os dedos! Ata que alguén me dixo que probase cunha gasa para aforrar tempo. A primeira vez non saíu e tireino por min, pero despois xa foi todo máis rápido», recuerda la laxense.
Una vez llenados los termos, o los venía a buscar personal de confianza del Concello o los bajaba ella misma en su Fiat Panda. Y al regresar, vuelta a empezar. Así hasta que se decidió ubicar a los voluntarios en el polideportivo y los brebajes pasaron a prepararse en el colegio. «Despois axudaba limpando o pavillón e mesmo nos chegamos a xuntar varias mulleres para limpar traxes e botas nun garaxe do Concello. Pero era un cheirume infernal e non aguantei demasiado. Entre o propio chapapote, a gasolina que usabamos para abrandalo e os deterxentes... Iso era unha podredume», rememora Dorita, que hace unos días recibió una visita muy especial en su casa de Laxe. Ni más ni menos que un voluntario valenciano de esos a los que calentó el cuerpo con su café. «Esta señora se merece un monumento», comentaba Pablo en redes, en agradecimiento. «Eu non son a que merece os agradecementos, senón eles, que sen ter nada aquí e desinteresadamente viñeron romper o lombo e limpar a nosa costa. É moi emocionante recordalo», explica la mujer.
Familia numerosa
Dora, la mayor de nueve hermanos, perdió a su padre en el mar cuando este tenía poco más de cincuenta años. A ella, que por aquel entonces ya estaba casada, le tocó arrimar el hombro y ayudar a su madre a sacar adelante tan numerosa familia. El más pequeño apenas tenía siete años. Era una mujer rígida, según recuerda Dora, pero buena falta le hacía, porque eran «tremendos» y no le pusieron las cosas nada fáciles.
«De nova armei aparello e ía ao pelo con ela: buscar algas, secalas e vendelas para facer algún cartiño. Fun á escola ata os catorce anos e despois quíxome mandar coser, pero a min non me gustaba nada. O meu era ir á ribeira, baixar á fonte por auga para conversar coa xente ou ir plantar a horta. Todo o que fose forza bruta! Tiven oportunidades, pero naquel momento non as aproveitei», cuenta la mujer. Nunca les faltó comida en la mesa, aunque confiesa que para sufragarse las «lambetadas» alguna que otra vez echó mano de un tarro en el que su madre guardaba las ganancias de la venta de repollos. Ahora, decenios después, lo recuerda y no da crédito. «Cousas da xuventude», bromea, «pero pese a todo, e pese a non termos moito, fomos felices. Fomos unha familia moi feliz», reflexiona.
«Non superei que o meu tío morrese só no hospital durante o covid»
Pasó Dorita por varios oficios a lo largo de su vida. Su madre le puso a ella y a sus hermanas una tienda «para que non fosemos servir á Coruña», señala. Novedades Dorita, así se llamaba, pero no tardó en cerrar porque no les daba demasiadas ganancias.
Estando aún soltera, entró, también junto a sus hermanas, a trabajar como telefonista en la central que había en Laxe. Allí estuvo nueve años hasta que automatizaron los procesos y hasta que su hijo enfermó gravemente de meningitis. Entonces ya tenía otra niña y su marido, baiés, con el que se casó a los 22, le pidió que se quedase en casa para asumir el cuidado de los pequeños.
Dorita también fue concejala con Antonio Castro, el primer alcalde de la democracia laxense. Llegó a tener dedicación y a llevar áreas como Deportes y Bienestar Social. «E tamén me querían enchufar obras!», recuerda. Al poco renunció porque, dice, lo de andar discutiendo y peleándose por política no iba con ella. Más allá de las diferencias que pudiese haber, reconoce que Antonio Castro se portó con ella como «un señor»: «Naquel entón acababa de ter un bebé e estaba dándolle o peito. Non tivo ningún problema en que o levase comigo para o Concello», rememora Dora, apenada por su pérdida, hace un par de años.
Un tío suyo, que vivía con su madre y al que cuidó durante unos años, también falleció de covid. Lo hizo en el hospital, solo y sin que ningún familiar pudiese despedirse en esas últimas horas. Es algo que ella no termina de superar: «Vénseme á cabeza o que pensaría ao verse alí, só, sen ninguén que o fose ver. Pero non se podía. Intentámolo, pero nin sequera despois de morrer nos deixaron. El era a miña figura paterna, logo de falecer meu pai con só cincuenta anos», lamenta.