Tal día como hoy, hace 117 años, un temporal acabó con la vida de una familia de pescadores. El bisnieto del patrón recuerda lo sucedido aquel trágico día
08 jul 2016 . Actualizado a las 20:36 h.Son muchas las cruces de piedra que en la escarpada Costa da Morte recuerdan a los marineros fallecidos en el mar, pero hay una que, tal día como hoy, no puede pasar desapercibida. Se trata de la que hace frente a la inmensidad del Atlántico en los Muíños de Ardeleiro, en el municipio de Malpica. Así, y aunque son un buen número los turistas o vecinos que hacen la llamada Ruta dos Muíños caminando, la mayoría no conoce realmente la historia que esconde esta cruz.
El 8 de julio del año 1899, Manuel José Santiago Pose, natural de Malpica, y sus tres hijos, salieron a faenar en su lancha de vela, David, como hacían habitualmente, sin poder prever lo que después ocurriría. Una tragedia que acabaría marcando el seno familiar y también Malpica. En los conocidos como «Baixos de Baldaio», situados a medio camino entre Malpica y Caión, el fuerte viento volcó su embarcación, cayendo todos los tripulantes al mar. Como por aquellos tiempos no existían alarmas de socorro en las pequeñas embarcaciones ni tampoco los medios de emergencia de los que se dispone a día de hoy, nadie salió al rescate de los marineros. Solo apareció el cadáver del hijo más pequeño. Ni de la lancha David se consiguió saber el paradero, recordaba ayer, a sus 64 años, el bisnieto de Manuel José, Jaime Ricardo Suárez Villar. José Santiago, de tan solo 12 años, fue hallado en la «ribeira» de los Muíños de Ardeleiro el mismo 8 de julio. «Meu tío Guillermo sempre me dicía que Joseíño aparecera coa broa na boca», evoca Jaime Ricardo 117 años después de lo sucedido. Debido a que el cuerpo del pequeño apareció junto a los molinos harineros, la familia levantó una cruz de piedra en lo alto del ahora conjunto etnográfico. Hoy, este símbolo incrementa la riqueza y belleza del paisaje, ya de por sí envidiable.
El bisnieto del patrón del David cuenta la historia con inmensa ilusión, ya que, según explica, es el resultado de muchas horas de investigación por cuenta propia. El profesor, escritor y divulgador, Xelucho Abella, también miembro de la familia, fue quien recogió que la cruz allí situada correspondía a esta tragedia, y así puede verse en un panel situado en el entorno de los molinos.
Manuel José Santiago Pose tenía solo 43 años cuando murió y los otros hijos desaparecidos, Juan y David, contaban 18 y 20 años. El hombre estaba casado con Balvina Blanco Rois: se quedó viuda, también, con solo 43 años. Los hijos, por aquel entonces, todavía estaban solteros y parecía quedarles toda una vida por delante, de ahí que el golpe impactase hondo en la villa de Malpica. Así lo hizo constar el cura José Queijo en las escrituras eclesiásticas, conservadas también por Jaime Ricardo en su vivienda. Se trataba, además, de una familia muy conocida en el pueblo. Tras la catástrofe, los familiares pasaron a ser conocidos como Os Balvinos, en referencia al nombre de la viuda de Manuel.
Sufrimiento
Si el dolor de perder a un hijo siempre acompaña a la madre, pueden imaginarse lo terrible que tuvo que ser decir adiós a tres hijos y a un marido en una misma jornada. Así es que, según cuenta Jaime, las consecuencias para la viuda también fueron muy duras: «Balvina quedou moi tocada e loqueou». Aún quedándole dos hijas pequeñas por criar, Maricarmen y Manuela, que tenían entonces 9 y 10 años, respectivamente, la mujer se levantaba todos los días con ansia de encontrar los cuerpos de sus hijos y de su esposo. Diariamente, abunda el malpicán, tomaba la «ribeira» de Muíños caminando. «Ten chegado a Ferrol», asegura.
Balvina se conformaba con encontrar cualquier hueso de animal o incluso espinas de peces para llevárselos a su casa y enterrarlos «á súa maneira». Los años iban pasando y la vida seguía, por lo que sus dos hijas, años más tarde, se casaron y le brindaron la alegría de diez nietos cada una. Balvina, a pesar de la enorme tristeza causada por la tragedia, fue capaz de vivir otros tantos años, muriendo en 1945 con 88.
El naufragio del David es uno de los muchos que marcó la Costa da Morte. Historias de vida y de pérdidas que integran un patrimonio inmaterial que, en definitiva, ha dado nombre a esta comarca. Las aguas de este rincón atlántico esconden fatalidades que, como es el caso, marcaron un tiempo. Cumplidos 117 años del día de la tragedia, todavía queda quien recuerde a Manuel José, José, Juan y David. La cruz de los muíños lo hará por siempre.