Carlos Quiroga: «Tiñas que atender a conducir o autobús e a que os nenos non saltasen polos asentos»
MALPICA DE BERGANTIÑOS
PERSONAS CON HISTORIA | Pudo ser marino, pero este malpicán, que acaba de retirarse, acabó dedicando cuarenta años a la conducción
09 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando Carlos llegó a la edad para hacer la mili se anotó para enrolarse en el Juan Sebastián Elcano o para la conducción de maquinaria pesada. La gente le decía que no se apuntase «nin para comer», a nada, pero él quería aprovechar esa etapa de su vida. Le eligieron para conductor, en Ferrol, pero de haberse subido al buque-escuela hoy seguramente habría dado la vuelta al mundo a vela. Sin embargo, no se habría ganado el cariño de decenas de chavales que a lo largo de los últimos cuarenta años ha llevado al colegio. El miércoles pasado fue su último día como chófer y no las tuvo todas consigo para no emocionarse con el homenaje que le rindieron niños y padres de la ruta que cubría del CEIP Nétoma-Razo. «Procurei suxeitar as bágoas, pero non me esperaba nada diso. Cando empecei a despedirme nas paradas, xa o sabían e aplaudíanme; despois uns nenos trouxéronme uns obsequios e, xa no colexio, vin que había xente alí agardando. Foi moi emocionante», señala este conductor de 63 años y medio.
Aunque Carlos Quiroga López, si por él fuese, habría ido para marinero. No por linaje familiar, sino porque genuinamente le gustaba. Hasta intentó apuntarse en el Politécnico de Vigo junto a algunos compañeros de Malpica, de donde es natural, pero todavía no tenía la edad mínima. «Despois non puido ser, por cousas da vida e porque á miña familia tampouco lle facía moita graza», sostiene.
Hizo la mili en Ferrol, y aunque no pudo enrolarse en el Juan Sebastián Elcano, años después mató el gusanillo sacándose el carné de patrón de embarcación de recreo. Durante su servicio militar condujo todo tipo de maquinaria pesada, aunque al acabar tuvo que sacarse igualmente el carné de autobús porque el que tenía no le servía para la vida civil. Lo hizo en A Coruña, ya que por aquella época en las autoescuelas de Carballo todavía no se ofertaban ese tipo de servicio. «Hoxe en día as cousas cambiaron moito e xa case o podes sacar en calquera lado», dice.
Al estar tan cerca de casa, volvía con su familia cada fin de semana en un bus que llegaba hasta Carballo. Y, de ahí, hasta Malpica como buenamente pudiesen él y los compañeros de su quinta con los que coincidió en Ferrol. No se lo pasaron mal en aquellos tiempos en una ciudad, dice, que rebosaba vida y buen ambiente.
El inicio de una nueva etapa
A los 23 ya arrancó la que sería la carrera de su vida: con Pedro Pombo, Finisterre, una etapa en Arriva, Vázquez y, de nuevo, Arriva, la compañía para la que conducía últimamente cubriendo líneas regulares y haciendo rutas escolares para los centros de Caión y Razo y para el instituto de A Laracha. Entre pequeños y adolescentes se quedaría con cualquiera, aunque sí es cierto que «antes de empezar as coidadoras» se llevaban peor esos cuatro o cinco traviesos que enseguida revolucionaban el gallinero, reconoce: «Tiñas que atender á condución e a que os nenos non che saltasen por enriba dos asentos. Agora levábase mellor».
De esos primeros autobuses en los que para cobrar y devolver el cambio tenía que darle a una manivela, a los autocares llenos de tecnología que hay hoy día. Vinieron los reproductores de casete y los chavales llevaban sus propios mixes para que Carlos los reprodujese durante el trayecto. Ahora a los jóvenes ya no les importa tanto ese aspecto y ha tomado la salomónica decisión de poner una radiofórmula. Así, contentos todos. Aunque de vez en cuando pone algún tema de su gusto y muchos ni se enteran «porque van atendendo aos móbiles ou xogando», señala.
Buses de 13 metros por aldeas y pistas
Antes los autobuses iban mucho más llenos. Las tarifas de los taxis no eran asequibles para todos los hogares y no había un coche en cada casa como hoy día. El uso del transporte público cayó en picado hasta los últimos años, en los que gracias a las subvenciones y a las tarjetas de fidelización y descuento (como el carné joven) le han vuelto a dar un empujón. «É un transporte seguro e respectuoso co medio, así que canto máis se use, mellor», sostiene nuestro protagonista, que compensa tantas horas sentado con una gran afición por el deporte. Bicicleta, senderismo, gimnasio o náutica son algunas de sus grandes aficiones, junto con la fotografía o la lectura.
A bordo del kayak ha tenido sus aventuras, como alguna ocasión en la que quiso dar la vuelta a las Islas Sisargas y la mala mar por poco le impidió regresar. «Moi ben ata as illas, pero despois iso era outro mundo. Pensei ‘quen me mandaría a min meterme aquí', pero dei saído e por sorte non tiven ningún susto. Hai que ter coidado co mar, que cambia en cuestión de horas», relata.
Sustos al volante
Temió echándose a la mar, pero diariamente tuvo que meter su autobús de 13 metros por pistas y aldeas «nas que pensarías: ‘Pero de verdade colle iso por aí?'». Y, además de lo largo y ancho, también a lo alto: «Teño sentido os cables da luz botar enriba do teito do bus. Nesas aldeas, como atopes alguén de fronte, que ademais soe ser xente maior, perdes moito tempo manobrando. E nós imos sempre co tempo xusto e encadeando unha ruta con outra», relata.
Carlos tiene dos hijas —una en la emigración y otra trabajando de enfermera en el Chuac— y de momento ningún nieto, pero cuando vengan, dice, «benvidos sexan». Ahora disfrutará de su retiro, de sus aficiones y, espera, de una buena despedida de sus compañeros cuando la pandemia se relaje de nuevo.