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Escapados de Fisterra y Malpica

Luis Lamela

MALPICA DE BERGANTIÑOS

Redondo Abal, autor de «O mar e a memoria»
Redondo Abal, autor de «O mar e a memoria» ANA GARCIA

GALICIA OSCURA, FINISTERRE VIVO | Familiares de huidos y desertores sufrieron la venganza

23 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En torno al golpe de Estado de 1936 y la guerra civil fueron numerosos familiares encarcelados simplemente por haber desertado sus hijos o hermanos, o huir por mar a tierras controladas por el gobierno legítimo. Y aparecen los nombres de hombres y mujeres vecinos de dos localidades de la Costa da Morte, de los concellos que prácticamente la delimitan: Fisterra y Malpica. Y la Costa da Morte, y todo el territorio gallego en el que triunfó el golpe militar, quedó en manos de los golpistas, controlando la situación e iniciando un reclutamiento masivo. Y a este reclutamiento se unieron los voluntarios falangistas, carlistas, japistas (de las JAP). También, y de forma progresiva y en función de las respectivas quintas, incorporaron a los jóvenes que cumplían el servicio militar; después, a los anteriormente licenciados, incorporándose a los frentes de guerra tanto individuos de ideología derechista o fascista, como republicanos —conservadores o progresistas— y gentes de ideología izquierdista: galleguistas, socialistas, comunistas, anarco-sindicalistas..., con el fin de luchar en muchos casos contra el ejército que defendía sus intereses.

Y no fue raro que en los pechos, a muchos les hirviese una cierta rebeldía, que se sintiesen a contracorriente, y en un momento dado arriesgasen y decidiesen desertar con el coraje de dar un audaz paso adelante en busca de una libertad que, desgraciadamente, nunca pudieron encontrar, produciéndose así un constante goteo pasando a las filas enemigas, a las republicanas, y también al revés, lógicamente. Otros lograron huir por mar desde nuestros puertos a tierras controladas por el Gobierno legítimo, y se sumaron al ejército republicano y lucharon en sus filas hasta la derrota final, llegando con las esperanzas rotas después de muchas batallas perdidas.

Y en esta acción de los escapados y desertores del ejército «nacional», quienes pagaron los platos rotos de su personal decisión, en la retaguardia franquista fueron sus familiares directos que acabaron detenidos y encarcelados durante largas temporadas, o sancionados económicamente por la delegación de orden público, o, en el caso de resultar insolventes, con días y días de prestación personal, poniendo sus vidas patas arriba.

Conocemos que de la villa del santo Cristo fueron varios soldados los que se pasaron a las filas republicanas. Y algunos otros huyeron por mar a tierras controladas por el Gobierno legítimo, tal como sucedió con los hermanos José y Juan Díaz Lobelos, José y Juan de Xan de Siso, unos pescadores fisterráns, concejal y patrón uno y motorista el otro, que, en su propio barco, el Cabo Finisterre, lograron llegar a tierras asturianas decididos a correr la vida en zigzag, aunque sin conocer los desafíos que les quedaban por delante. Los dos hermanos, dirigentes de la Sociedad de Oficios Varios fisterrana, afecta a la UGT, desembarcaron en San Esteban de Pravia para luchar en el ejército del Norte y con la derrota se exiliaron en Francia. Después, el primero terminó en EE. UU., y el segundo, en Argentina.

Obras 

Otra huida por mar fue la del patrón originario de Muxía, residente en Fisterra, Manuel Martínez Cartamil, que pudo huir desde A Coruña al puerto francés de Brest. Entró más tarde en la España republicana y trabajó en barcos mercantes para la Segunda República. Finalmente se exilió en Francia y se trasladó a México y a EE. UU. después. Y también desde Camariñas y O Pindo hubo episodios recogidos en los libros Crónica de una represión en la Costa da Morte, de Ediciós do Castro, y, Escapado. Do monte do Pindo ao exilio pasando pola illa de San Simón, de Xerais.

Xelucho Abella
Xelucho Abella

Uno de los soldados fisterráns que quiso mover de lugar sus horizontes y desertar de las filas «nacionales» fue Ramón García, Do Xepiño. Al final fue detenido por los franquistas y enviado a un campo de concentración en Zaragoza, en tanto esperaba el consejo de guerra que le condenó a 12 años de prisión. Otro desertor fue Antonio García Canosa, que inició un trayecto de ida sin vuelta. Con la derrota pasó al campo de refugiados de Septfonds, en Francia, y posteriormente, por medio de la Cruz Roja y ayudado por sus familiares en EE. UU. y Argentina, se exilió en Chile viajando en el Winnipeg. Igualmente desertó el cabo destinado en el batallón 111, de reserva del ejército «nacional», formado por marinos gallegos, José Insua Papín, De María de Víctor» —cuñado del que fue patrón mayor de Fisterra, Juan do Canario—. Insua Papín abandonó las filas «nacionales» el 13 de septiembre de 1937 en el frente de Las Lomas y con la derrota pasó a Francia y después a Venezuela y la Argentina. Otro fue Ramón Lamela Marcote, que luchó con la República y con la derrota pasó a Francia, pero con menos suerte: no fue capaz de escapar de un destino fatal. Internado en el campo de exterminio nazi de Mauthausen, al este de Austria, y trasladado a más tarde a Gusen, falleció el 4 de febrero de 1942.

Lo consignado sucedió también con familiares de los escapados y desertores oriundos de Malpica, una localidad de la que huyeron por mar tres embarcaciones pesqueras, decididos a huir ante la represión franquista que había diseñado un futuro inquietante para los que detentaban ideologías republicana o izquierdista. La primera huida se produjo el 28 de junio de 1937 en el pesquero Montevideo, una motora de 12 metros de eslora en la que se fueron 11 hombres. Más de un año después, el 13 de agosto de 1938 escaparon 27 en la motora San Adrián, y el 31 del mismo mes huyeron 29 en la motora Rocío, episodios que describe el escritor y profesor Xelucho Abella en su libro, Fuxiron por mar, y Francisco X. Redondo Abal en su libro en Edicións Laiovento, O mar e a memoria.

Decisiones con consecuencias

También en los frentes de guerra existieron deserciones. Conozco cuatro casos de Malpica —hubo muchos más— y uno fue el de Jesús Auñón —¿Añón?— Soutullo, de 26 años, casado, labrador. Al iniciarse el Movimiento, Jesús fue movilizado en Malpica e incorporado por su quinta al ejercito nacional y desertó en el frente de Bilbao el 18 de marzo de 1937. Con la derrota del ejército del Norte fue hecho prisionero y condenado a reclusión perpetua por los franquistas. Otro caso fue el de Augusto Arcay. Al final de la guerra civil fue encarcelado en una prisión de Tarragona... De los escapados de Malpica falleció en Mauthausen Antonio Fariña Chouciño, Antonio de Rosa.

Creo que lo reseñado hasta aquí constituye, al fin de cuentas, una pequeña muestra de los desertores y escapados de las dos villas marineras de Fisterra y Malpica. Las consecuencias que produjeron estas decisiones en sus pueblos de origen, a sus familias, las trataremos en una próxima entrega.