A Josefa Pérez, de Cabana, le tocó cuidar de una sobrina y de su madre, dio a luz once veces en casa, y está viuda y perdió a un descendiente
17 ene 2024 . Actualizado a las 09:58 h.Josefa Pérez Vázquez (Ponteceso de Cabana, 1924) sopló las cien velas el domingo. Lo hizo en casa, rodeada de su familia; todo un privilegio a su edad. Calor no le falta, pues con doce hijos, de los que uno falleció a los 58 años por enfermedad, esta mujer tiene, además, bisnietos. Su salud está por momentos más frágil, según trasladan sus descendientes, pero lo cierto es que la memoria la conserva muy bien. Y es que en líneas generales, ya lo dice ella: «Estou coma antonte».
Josefa, como otras muchas mujeres de su época, no tuvo una vida fácil. Fue a la escuela hasta los 12 años, aunque trabajó «desde que era pequena», relata. Después le tocó cuidar de una sobrina y de su madre, que «padecía moito». Y es que su padre falleció a los 50 «por unha pulmonía», y un cuñado, el marido de su hermana mayor, también pereció joven debido a «un infarto». «Deixou unha nena que aínda non tiña dous anos. Eramos tres irmás, das que xa só quedo eu, a máis nova. Elas ían traballar e eu quedaba na casa. Había que xuntar para comer», comenta.
A los 18 años se casó con Gabriel Lema Vecino, de Forxán, en Corme Aldea; de la casa conocida como Do Picoto, por estar situada en lo alto de la parroquia pontecesana. Y no tardaron en tener a su primera hija, Marisa, que ahora tiene 80 años. Se marcharon para San Pedro de Alcántara, en Marbella, Málaga. «O meu home exerceu alí de Garda Civil. Pero botamos unha época pequena, dous anos e medio. Volvemos porque aló estaban máis pobres que aquí. Non había luz nin auga corrente, e para beber había que ir á fonte», recuerda. Lo positivo fue que durante ese período aprendió el oficio de peluquera, algo que después le valió para abrir su propia peluquería. En este sector continuó una de sus tres hijas. Tuvo nueve varones. El más joven ya sobrepasa el medio siglo de vida.
Su marido, un conocido músico
Pérez Vázquez se centraría, más tarde, en la crianza de sus descendientes y en el trabajo en el campo y el cuidado de los animales. «Custoume sacalos adiante, si. Tiven que traballar moito», narra. Su marido, Gabriel, fue también cartero, además de músico. En este sector recorrió varias bandas y orquestas de la comarca, incluso como director. Entre ellas, la banda de música de Ponteceso, la de A Torre de Laxe o la orquesta cabanesa Lira de Plata. En su familia y en el lugar de Forxán había mucha tradición musical.
A todos los hijos les buscó un oficio, cuenta: «Home e logo! A máis vella foi costureira. Outro traballou nunha farmacia ata que se retirou...». Eran otros tiempos, incluso para dar a luz: «Nos doce embarazos non tiven queixa. Foron indo ben. Asistiume sempre miña irmá maior, Natividad, na casa, salvo no último, que fun para o hospital». «Por aquel entón, todo o mundo tiña moitos fillos», añade. Respecto a su boda, «fomos os da casa», dice.
Preguntada por el momento más feliz de su vida, contesta que «tería que pensalo». Y es que unos cuantos, al menos, tuvo. Desde su entorno familiar, pronto le recuerdan un instante bien especial: «Certo, o noso cincuenta aniversario de casados. Volvemos a San Pedro de Alcántara para ver como estaba todo e xa cambiara». «Había pouco tempo para desfrutar», sostiene. Precisamente, la que fue su madrina de boda también se acerca a los cien años: su cumpleaños es el próximo mes.