Agua, tierra y aire. El programa Nove Mares de la Fundación Pondal pulsó la riqueza de unos itinerarios que, sí o sí, han de dotarse de contenido e identidad
07 abr 2024 . Actualizado a las 11:13 h.Tierra, agua y aire. Vuelan alto los Camiños do Mar de la Costa da Morte y serán caminos, en el sentido más amplio de la palabra, siempre y cuando estén dotados de contenido, de identidad y, por ende, también de singularidad e idiosincrasia. Acogió este sábado la sede de la Fundación Pondal, en O Couto, Ponteceso, la segunda parte del Espazo Xerador de Cultura (EXC) dedicado a esta materia, tras la sesión inaugural en el faro de Punta Nariga, Malpica. Xabier Vázquez Pumariño, biólogo, ornitólogo, consultor ambiental, sumó saber a la velada ahondando en el turismo ornitológico en el que, sí, Galicia y la Costa da Morte, esta última Zona de Especial Protección de Aves (Zepa) aunque excluya entornos sumamente relevantes, tienen mucho que ofrecer. Cuatrocientas rutas, a pie y en coche, para observar avifauna en la comunidad, nada menos, todas al alcance de un clic. Se le sumaría a ello el seawatching, observaciones mar adentro, unas 10-15 millas, con varios barcos ofreciendo el servicio.
Nove Mares, proyecto impulsado por la entidad pondaliana con la financiación del Galp Costa da Morte busca, desde A Laracha a Muxía, detectar, analizar, visibilizar y diversificar las posibilidades que ofrece la cultura del mar en la Costa da Morte. En ella los caminos son un elemento esencial, no solo como senderos o itinerarios sin más, sino como fuente de patrimonio material e inmaterial. Ponerlos en valor requiere de visión amplia, apoyo de Administraciones, colaboración intermunicipal e interinstitucional. Tiene esta comarca potencial geológico para trazar rutas en torno a esta materia, apuntó Francisco Canosa, responsable de rutas por el geoparque del Cabo Ortegal.
En la creación de un relato propio, también la toponimia tiene mucho que decir. En este sentido, los docentes Xacobo de Toro y Rocío Romar, al frente del proyecto Xeoclip, urgieron a recoger de fuentes hoy ya mayores, marineros, veteranos vecinos, todo este potencial y conocimiento. Con escolares y sus familias trazaron ellos un mapa de la costa vista desde el mar, visión sumamente singular, la que ven los profesiones de este medio, y a cada entrante o saliente, a cada coído y piedra, lo dotaron de su nombre. Toponimia y microtoponimia salvada. Paisajes, flora, fauna, leyendas... Los nombres hablan, y este es un modelo exportable. No es solo senderismo si una comarca hace suya la ruta, es un itinerario cultural al borde de un mar distinto a cualquier otro, porque toda historia es particular.
Tiene lo anterior mucho que ver con la idea en la que ahondó Cristina García, pontecesana de Tella, gerente de la asociación de Concellos del Camiño Inglés. Es necesario tener en cuenta a la población local, implicarla, que haga suyo el proyecto, que se sienta parte de la ruta. Se ha conseguido en gran medida con el Camiño dos Faros, ruta de 200 kilómetros desde Malpica a Fisterra que expuso en Nariga Eloi Fernández. Un camino con contenido pasa también por afianzar valores, y ese es un trabajo que puede y debe empezar, mismamente, en la escuela. Sensibilizando y concienciando en aras de un mayor impacto social y económico en el propio territorio. Sostenibilidad. Economía azul. Educación ambiental, asunto que también pulsó el ornitólogo Vázquez Pumariño, y no solo refiriéndose a los más pequeños, sino al tejido hostelero o comercial local, para así convertirlos en prescriptores de un recurso que, ante todo, y primeramente, es necesario cuidar y proteger.
Hicieron camino las aves. La primera directriz con espíritu europeo que se creó, apuntó el ornitólogo, fue para la protección de aves. En un contexto de crecimiento del turismo de naturaleza, el de observación de avifauna crece todavía más y genera importantes desplazamientos de visitantes con poder adquisitivo medio-alto y fuera de las temporadas turísticas álgidas. Desde mediados de agosto hasta octubre/noviembre, la Costa da Morte y Galicia son un buen destino, y he ahí la ansiada desestacionalización. Potencial, de hecho, durante todo el año. Aves marinas en los cabos, aves invernantes y sobre todo rarezas conceden a este territorio atlántico todo un filón a visibilizar, aunque con sus amenazas a frenar: deterioro del medio, cultivos forestales, basura marina, contaminación, parques eólicos y peligros de menor tamaño, pero de gran impacto, caso de los perros en los arenales.