El buen tiempo, el nivel del cartel y el esfuerzo escénico de los organizadores dieron lugar a una celebración redonda. El alcalde y la cantareira Sés sufrieron lesiones leves al derribar la puerta del Castillo
04 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.La semana ya prometía porque la actividad cultural, la cena del viernes y, sobre todo, el éxito de los pinchos en los bares desde el martes hicieron que pocas veces las previas del Asalto ao Castelo de Vimianzo estuviesen tan animadas como este año. Pero llegó el sábado y se desató la locura.
Empezó la «cantareira», como ella misma se define, María Xosé Silvar, Sés, a la que, para hacer aún más redonda la faena, solo le faltó que la pusieran un poco más tarde en la programación, con los ánimos ya caldeados. Lo demás fue magia. Tributo permanente a la música que hunde las raíces en las tierras, en la de aquí y en la resto del mundo; con calidad interpretativa, generosidad con quienes la acompañaron en el escenario y una voz que -al tiempo- marcará una época sobre los escenarios del país.
Con el «Melodrama», en alusión a los espectáculos de la orquesta Panorama, los organizadores, tirando de creadores e intérpretes locales, transformaron las letras de canciones como Hotel California o La Gozadera en asuntos de crítica política, social, religiosa,... Hubo incluso elecciones fraudulentas, pacto de alcoba y ese reflejo de los abusos de los nobles y el clero sobre el pueblo, en este caso personificado en una bruja desahuciada a quien le arrebatan lo único que tiene, su pareja.
Un enorme trabajo previo a la entrada al asalto en la fortaleza medieval al que, por ponerle un pero, le faltó más potencia de sonido y algo de ritmo encadenando las actuaciones para que el público, tan numeroso como diverso, apartase más la vista de la comida y la bebida de la barra.
De ahí, al ya emblemático grito de «lume», con un encendido de fachos que realmente transmitía espíritu de comunidad irmandiña, el ariete puso rumbo al Castillo, con el alcalde, Manuel Antelo, y Sés, de invitada de lujo, al frente del tronco llamado a derribar privilegios. Eso sí, con algún contratiempo porque la endeble tranca, colocada solo para sostener la puerta y para que se parta con el golpe del ariete, se reveló. Una de las mitades quedó haciendo de calzo contra la propia puerta y provocó que Antelo acabase con una mano visiblemente hinchada y la cantante también con alguna magulladura leve.
Celtas Cortos cumplió, con el flautista Antón Dávila, de Bueu, poniendo la nota patria. Difícil era que no triunfasen cuando buena parte de la plaza era capaz de seguirles con los coros de 20 de abril y todos los grandes éxitos cosechados en estos 30 años de carrera. De ahí que la hora y media de pase, con los mensajes sociales de Cifu menos contundentes que otras veces, le supiese incluso a poco sobre todo a los que iban casi en exclusiva a ver a los Celtas.
Los húngaros de Firkin, grandes desconocidos aquí, ya más en clave de folk, demostraron por qué están alcanzando los premios más sonados en su país. Derrocharon potencia musical y espectáculo. A Spin te Kú le tocó cerrar y aguantaron, además con nota, del respetable hasta cerca de las siete de la mañana, cuando ya el desfase empezaba a ganarle la partida a la simple energía. Completaron así un Asalto de gran nivel, sin incidentes y con seguridad redoblada, la propia del festival, la de la Policía Local y la de la Guardia Civil, que realizó un amplio despliegue hasta pasadas las cinco de la mañana, con incautaciones de drogas incluidas. En definitiva, fue un Asalto de éxito que ya hace ansiar el del 2017.