Sus padres emigraron a Brasil desde Zas, cuenta este médico y hotelero coruñés
03 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Es cardiólogo y hotelero. «La mitad del tiempo estoy en el Modelo, el San Rafael o en la consulta privada y, la otra mitad, la dedico a los hoteles», asegura. «Llevo una doble vida autorizada por mi mujer», aclara sonriente José Blanco Castiñeira, propietario de los hoteles Avenida y Plaza. Este último, ahora de 4 estrellas, va camino de convertirse el año que viene en un 4 superior gracias a las reformas acometidas. Charlamos en una de las mesas del restaurante. En la cocina veo a Iria Espinosa, mano derecha de Luis Viera, que es asesora gastronómica del establecimiento. «Hicimos buenas migas. Creo que se parece mucho a mí, es jovial pero cuando hay que ponerse a trabajar es muy exigente. Me siento a gusto con ellos y estamos sembrando un buen proyecto», analiza en esta semana en la que inauguró la nueva cubierta de la terraza de la novena planta, bautizada como Sky Bar.
«Nunca he tenido la sensación de ser chapón», asegura. Lo cierto es que sacó el MIR en cuatro meses y obtuvo la quinta mejor nota de España. «Tuve la oportunidad de ser el primero en escoger Cardiología». Es curioso, sus dos compañeros de piso en Pamplona también estuvieron entre los mejores en la prueba. «No éramos frikis repelentes, pero nos lo curramos», asegura José, premio de fin de carrera y premio nacional de terminación de estudios. Se formó entre Estados Unidos y el hospital Vall d’Hebron, donde conoció a su mujer, que es pediatra en el Belén. «Es de Barcelona. Le apliqué el 155. Bromas aparte, sigo manteniendo buenos amigos en Cataluña con los que hablo de política, aunque me irrita cuando insinúan cierta superioridad», confiesa este médico-empresario-cardiólogo-hotelero que se considera «racionalista, ordenado, meticuloso y friki de la organización». Dice que la clave de todo es optimizar los tiempos.
En dos momentos de nuestro encuentro noto que se emociona. Cuando habla de su hermano, fallecido en 1992 en accidente de tráfico. «Hacía Turismo y era el llamado a continuar el negocio familiar. Nos condicionó mucho», recuerda. También se le humedecen los ojos cuando habla de sus tres hijos, de 21, 19 y 18 años. «Tenemos mucha suerte con ellos. La mayor, Nuria, y el pequeño, José, estudian Dirección Hotelera en Santiago, y la mediana, Medicina en Barcelona». Desde siempre hostelería y salud estuvieron unidas en su vida. Su padre emigró a Brasil desde Zas. «Estuvo allí 14 años y conoció a mi madre, que es del mismo pueblo. Empezó de pinche de cocina en un restaurante que acabó comprando», recuerda. Volvieron de vacaciones pero decidieron quedarse. Montaron el bar Torre Coruña, donde su madre, gran cocinera, servía con la consumición una croqueta, empanada y tortilla. Más adelante adquirieron un local cercano y abrieron A Peneira. Años más tarde se hicieron con el Maxi de Santa Cruz y su discoteca Osmik. Poco tiempo después lo vendieron y compraron el edificio del Avenida, que posteriormente se fue ampliando Y en el 2001 se hicieron con el Hotel Rivas.
Desfibrilador en el coche
El próximo día 15 cumplirá 51 años. Hace algo de deporte pero no tanto como cuando llegó a jugar en el juvenil del Dépor. Lleva en el coche un desfibrilador que utilizó dos veces.
Escucha a Neil Diamond, UB40 o Police cuando camina por el paseo. Disfruta con amigos en una cata de vinos. Va al cine una vez al mes.