El partido respondió al guión: un Córdoba rocoso, ambicioso cuando recuperaba el cuero. Ejercía una presión en la línea de creación lucense, y obligaba casi siempre a Dani Mallo a jugar en largo. Además, los nervios de Pavón estuvieron a punto de inaugurar una tragedia, en un balón sin aparente peligro hasta que su pasividad le permitió a un delantero robarle la cartera y casi batir a Mallo. El susto pareció acrecentar el nerviosismo local y los fallos se sucedieron, encabezados por un irreconocible Iván Pérez y un pusilánime Pita. Todo ante la desesperación de Setién. Al Lugo le funcionaba su repliegue ordenado, que le permitía recuperar en su medular y salir al contragolpe. La ausencia del enfermo Peña promovió la titularidad de Sandokan Sandaza, el mejor activo, protagonizando la mejor jugada en un robo en la línea de tres cuartos y marchándose por velocidad y fuerza de sus marcadores hasta cruzar un disparo lejos del alcance de Saizar. Un golazo, preñado de raza y coraje, y ejecutado con la fuerza de un miura. Era el minuto 56, y desde el 25 el Lugo se había quedado sin su delantero franquicia, Rennella, lesionado en una chilena. Juanjo le sustituyó y se vació, dejando buenas sensaciones. El Lugo ganó con un trabajo constante, bajo los mínimos a los que a veces se aferra con profusión: no encajar y rentabilizar alguna de las múltiples oportunidades. A ese seguro tuvo que aferrarse, en uno de los partidos más oscuros, frente a un rival que jamás le volvió la cara, y que a punto estuvo al final de llevarse un punto a balón parado, talón de Aquiles de los de Setién. Otro triunfo, que mantiene a los lucenses en promoción de ascenso. Casi nada.