El de ayer tenía olor a tiempos pretéritos, a rival vasco, a tarde gris y lluviosa, a campo pesado, a barro en las piernas, a botas negras y taco largo. Hace treinta años viajar a Euskadi era visitar a vecinos del Amorebieta como Durango, Erandio, Sestao, Baracaldo, Lemona… Era batalla cuerpo a cuerpo. Lucha sin cuartel y zafarrancho de combate. Meter pierna y cabeza sin miramientos. También a cenas en Pancorbo. Recuerda a Eguiguren, Iñaki Tejada, Iñaki Pradera, Toño, Iñaki Martínez, vascos de raza que probaron el conjuro gallego en Lugo.
El de ayer era un partido calificado de alto riesgo. Riesgo porque si ganas, el vértigo de tener los recados hechos, los objetivos casi cumplidos en febrero, te obliga a revisar tus metas. Pavor a qué hacer ahora, a no relajarse, a buscar nuevos retos. Riesgo si pierdes y ver que no está todo rematado, que tienes un colchón importante, una renta a la que aferrarse pero que los demás también tienen cosas que decir y que además sueñan con que les dé tiempo y lo van a intentar.
En el césped, no sé si con suficientes méritos, pero el Lugo se fue al descanso por delante en una primera parte donde daba la impresión de estar más a la espera de su momento que de ir a por el partido, ante un rival más vertical y con mayor determinación. El partido siguió por unos derroteros peligrosos donde había más emoción y ganas que pasaran los minutos que juego.
El equipo se fue atrincherando y considerando el triunfo como un final de campeonato, como una eliminatoria que da paso a la mayor de las felicidades, olvidándose de jugar y de defenderse de forma ordenada. Fue acumulando minutos, amontonando futbolistas en busca del pitido final que llegó un minuto tarde.
Y al final, como diría Manolo Preciado, mañana saldrá el sol de nuevo y ni tenemos el riesgo de vernos con la Liga casi resuelta ni con el pavor de ver menguada la renta. No mereció el triunfo, pero obtuvo el premio de seguir en racha. No perdamos la perspectiva y no descuidemos lo que nos ha llevado hasta aquí. No fue mala idea encarar el partido como una final, pero si el resultado va muy justo, las emociones juegan en tu contra.