
Luis Aragonés, entrenador de prestigio y al que se le puede dar el mérito de cambiar el estilo de juego de nuestra selección, siempre fue muy claro. Lo importante son las diez últimas jornadas de liga. No es que lo anterior no sirva para nada ni lo convirtamos en meros trámites deportivos que estamos obligados a despachar para entretener al personal. Pero los ríos de tinta, los rollos de papel impreso, las noticias en la web, en los innumerables artículos periodísticos, los debates radiofónicos, televisivos y en plataformas digitales quedan en anécdota cuando llega el último tramo de liga.
Todavía lo hace más contradictorio el hecho de jugársela literalmente muchas veces en objetivos totalmente opuestos a los iniciales. Partes con la intención de estar arriba y te la juegas al final por abajo, o sucede también con objetivos iniciales más conservadores que en esas últimas jornadas los conviertes en ambiciosos.
Creo que lo importante es jugarse algo, eso es lo que pide el aficionado, eso es lo que demanda el juego, es lo que requiere la pasión que envuelve el fútbol. Obligarse a un esfuerzo mayor y a que todos nos volquemos en conseguir ese ansiado objetivo, aunque no sea el previsto en septiembre. Luchar por algo y hasta el final.
El Club Deportivo Lugo no es ajeno a esta situación, en el último mes se vivió en una montaña rusa que precipitó un optimismo no exagerado y real. La igualdad y el exiguo margen de puntos que existía entre el descenso y la promoción provocaba sensaciones contradictorias en función del resultado de cada jornada. La subida emergente que desataba la euforia dio paso en las dos últimas jornadas a un desánimo visible al finalizar el partido contra la Gimnástica Segoviana.
No parece que sea el momento de entretenerse en echar números ni hacer cábalas. La medicina adecuada, el fármaco idóneo para volver a la senda del triunfo, sin duda, mentalidad renovada basada en convicción, fe, determinación, creer y no parar hasta conseguirlo. Un esprint final donde no solo interviene la cuestión física, la actitud con la que se afronta lo que queda es clave. Aceptar el desafío y conseguirlo. Los objetivos cambiantes que depara una competición solo se consiguen admitiendo la realidad y empeñarse en cambiarla. El aficionado no tengo ninguna duda no fallará, continuará cerca, porque no hay mayor satisfacción que ayudar cuando alguien lo necesita y este es el momento.