Este sábado celebro mi decimoséptimo aniversario de boda, razón por la cual no puedo sino -además de congratularme- recuperar un artículo que escribí en el ya lejano 2015 y que cuatro años después mantiene toda su vigencia, a tenor de mi última cena, a base judías verdes con patatas y huevo cocido.
La otra noche, mientras compartía mesa y mantel en la sala de casa con la que es mi esposa desde hace ya la friolera de 13 años, cenando un frugal -por no decir triste- plato de judías y patatas hervidas aderezado con huevo cocido y una latita de atún, no pude sino recordar un apetitoso estudio sobre el que había leído esa misma mañana y realizado por investigadores de la universidad de Cornell. En el mismo se concluye que los hombres -y únicamente los hombres, que para las mujeres esto no rige- comen mucho más cuando lo hacen en compañía de una representante del sexo opuesto que si se trata de un acompañante del mismo sexo. Un atracón que para los responsables de la investigación es un intento de impresionarla en lo que plantean es un mecanismo de selección sexual. Esto es, otra vía de cortejo.
De lo que cabe inferir que tanto más ingerirás cuanto más quieras impresionar a tu compañera de mesa y mantel. Todo sea por conquistar a esa fémina.
En fin, decía que pensaba en ello mientras cenaba con mi pareja las judías-al-dente y no pude dejar de establecer una comparación entre la primera y la última cena. Esto es, entre el referido hervido de vainas y lo que me metí entre pecho y espalda en nuestra primera cita, en la que además de risas, miradas y confidencias, compartimos una pizza grande, una lasaña boloñesa y una copa de helado de chocolate, nata y frutos secos bañada en chocolate caliente; todo ello regado con abundante sangría y rematado con un capuchino. Y lo de compartir es un decir tras el que se esconde una exhibición de tal magnitud que por una vez fue el camarero el que me dio la propina a mi a modo de reparador chupito digestivo.
¿Es posible estimar el grado de desenamoramiento o, siendo más amables, de acomodamiento o rutina marital comparando la ingesta calórica de ambas noches? Porque sin necesidad de recurrir a una tabla de contenido calórico se concluye que mis esfuerzos por impresionar a mi pareja, reconquistarla noche tras noche y mantener viva la llama de la pasión se han reducido drásticamente. Por no decir que han pasado a mejor vida.
El consuelo que nos queda a los casados de larga duración es suponer que del mismo modo que la ingesta excesiva de cortejo es un mecanismo de selección sexual, la adopción de unos hábitos alimenticios más frugales en pareja es un mecanismo natural para proteger nuestro estómago, que con los años ya no es lo que era, y nuestra salud, con el fin de retardar en la medida de lo posible el fatídico momento de que la muerte nos separe. Aunque, por si acaso, no caigas en la tentación de repasar mentalmente todo lo que ingeriste la semana pasada en aquel almuerzo de trabajo con tu compañera de ídem.
No obstante, el estudio en cuestión, además de poner en solfa el interés que muestras en tu matrimonio, invita a explorar o plantear un mecanismo objetivo para discernir qué chica te gusta más en el supuesto de que no sepas por cuál decidirte. Una comparativa entre las ingestas de comida realizadas con una y otra permitirá determinar, siguiendo el método científico, a cuál de ellas has tratado de impresionar más. Pura selección sexual.
El estudio, publicado en el último número de 2015 de la revista científica Evolutionary Psychological Science, ha sido realizado por expertos en el área de la selección sexual. Y para alcanzar las referidas conclusiones efectuaron un estudio de campo consistente en instalarse en un buffet libre -para que la capacidad económica no fuese un factor condicionante- de comida típicamente italiana -a saber pizzas y ensaladas- y espiar lo que comían los clientes de las mesas vecinas a los que posteriormente se les abordaba de camino a la caja registradora para que respondiesen un sencillo cuestionario con el que valorar si se habían excedido y en qué medida con respecto a una comida normal.
Sabido esto, siempre puedes optar por comprobar la reproducibilidad del experimento y, en consecuencia la fiabilidad de sus conclusiones, en la próxima cena de empresa.