Juan Lema, presidente de la Academia Galega de Ciencias: «Tenemos que correr más»

CIENCIA

Sandra Alonso

El catedrático emérito de Ingeniería Química confiesa que lleva 60 años jugando al tenis, pero que lo sigue haciendo mal

15 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Con el currículo de Juan Manuel Lema Rodicio (Santiago, 1947) se podría asfaltar una autopista aunque, dicen, es superior el brillo de su calidad humana. Catedrático y profesor emérito de Ingeniería Química, se expresa con la eficacia adquirida en miles de clases. Desde 2019 preside la Academia de Ciencias.

—Acabamos de celebrar el día de la mujer en la ciencia. ¿Cómo está eso?

—Hay un sesgo social en donde históricamente el papel de las mujeres ha sido poco valorado y creo que es momento para ir reconociendo todos estos méritos de mujeres que han estado ocultos. Desde la academia somos conscientes de esta deriva y queremos tomar medidas en positivo, tratando de buscar una situación más equilibrada.

—Otro asunto controvertido es el de poder desarrollar una carrera científica en Galicia.

—Cualquier persona que tenga interés en hacer una carrera científica tiene que realizar una estancia fuera. Y a veces sin retorno. Es un tema pendiente. No solo el retorno, sino la atracción de talento. Es una petición unánime de la comunidad científica y nuestro mayor reto: incorporar currículos brillantes, talento que nos permita avanzar más.

—¿Diría que el nivel científico en Galicia es bueno?

—Estamos en una situación intermedia. Destacamos bastante en algunos ámbitos y en otros estamos muy apagados. Hace falta un esfuerzo; para estar donde estamos tenemos que correr más.

—Tiene usted un currículo impresionante. ¿De qué se siente más orgulloso?

—Me siento muy orgulloso de muchas cosas. Primero me siento muy afortunado de haber encontrado personas con las que formar equipos que me han permitido poner en marcha proyectos difíciles. Estoy orgulloso de haber puesto en marcha la Escuela de Ingeniería. A mí lo que me gusta es poner cosas en marcha y he tenido la suerte de haber arrancado muchas.

—¿Sigue dando clase?

—En el máster. Lamentablemente, no puedo dar clase en grados. Yo daba en primero y me gustaba mucho. Los profesores somos unos privilegiados porque podemos influir en muchas personas. Y eso es una gran responsabilidad. Yo echo en falta el contacto con los alumnos, que vienen con hambre de saber.

—Muchos científicos prefieren la investigación a la docencia.

—Un profesor universitario, o es investigador o no es profesor. Eso lo tengo claro. Se trata de explicar lo que sabemos, no lo que leemos. Y, lamentablemente, en la universidad española hay un porcentaje de profesores que no investigan. Eso no es lo ideal.

—Seguro que para el profesor vocacional, el ejercicio de la profesión es emocionante.

—Desde que empecé a dar clase hasta ahora siento un hormigueo en el estómago antes de la clase. Y siempre me pregunto si estaré al nivel que exigen los alumnos. Esta es una posición que creo que es necesaria para no caer en la rutina y estar pendiente de ofrecer lo máximo.

—Tantas clases, conocerá todos los recursos.

—Sí, pero yo creo que actualmente un profesor tiene que ser alguien que ayude a los alumnos a formarse como personas. Antes, el conocimiento estaba en los libros; hoy está en cualquier sitio, por lo que el profesor tienen que ayudar a los alumnos a desarrollar un criterio, a ver lo que es correcto y lo que no lo es. El profesor no debe ser solo un transmisor de conocimiento, debe ser un transmisor de formación.

—Usted es también catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde dio clase algunos años. ¿Es más fácil allí que aquí?

—Yo en Barcelona estaba estupendamente, pero apareció la oportunidad de regresar a Santiago. Y volví por varias razones: la familia y también porque quería contribuir con lo que pudiera a desarrollar Galicia. Y he puesto todo mi esfuerzo en esta parte. Es cierto que la vida científica en Barcelona es mucho más fácil que aquí. Las oportunidades, aquí hay que buscarlas más. Pero, atención, aquí hay vida y, esforzándonos, podremos tener perfiles profesionales tan relevantes como en cualquier otro sitio.

—Le iba a preguntar si hacía vida de jubilado, pero ya veo que no.

—En la jubilación, el único cambio que he notado es que la nómina se ha reducido a la mitad, ja, ja. Mis días siguen teniendo las mismas horas. Sigo investigando, la Academia... hasta soy presidente de la asociación de vecinos, ja, ja. Aburrirme no me aburro.

—¿Tiene nietos?

—Sí, tengo tres y estos días llegará el cuarto.

—Normalmente exigen mucho.

—Sí, pero hay que buscar tiempo para todo. También para mí: juego mis partidos de tenis, doy caminatas... Me gusta la vida activa. Cuando me jubilé no me creía que tenía ya 70 años. Yo no lo pienso.

—¿Qué tal se le da el tenis?

—Bueno, sigo jugando y sigo perdiendo. Llevo jugando 60 años, pero mal. Soy el deportista perfecto porque asumo que lo importante es participar y no ganar, ja, ja.

—¿Celta o Dépor?

—Yo como buen picheleiro, soy del Celta. Pero no soy anti-Dépor.

—¿Qué más le gusta?

—Viajar. Me gusta muchísimo. Y he podido hacerlo, la mayor parte de las veces por trabajo. Y leer también

—Siendo químico será un estupendo cocinero.

—Pues no, ahí pincho. De las tres comidas de casa, yo hago dos: el desayuno y la cena: un bocadillo y un yogur.

—Dígame algunas palabras que le definan.

—Yo creo que me ilusiono con las cosas, que soy trabajador, que sé reconocer el trabajo de los demás y me gusta mucho ayudar. Es lo que me sale a bote pronto.

—Si presidiera el Gobierno en vez de la academia, ¿cuál sería su primer decreto?

—No sabría como trasladarlo a un decreto, pero me gustaría una sociedad más igualitaria. Y apoyaría más a la ciencia. El país que lo hace, es un país más feliz. Pero mientras la sociedad prefiera tener un buen paseo marítimo en vez de una buena universidad, estamos perdidos. La buena universidad es el futuro del país.

—Un sitio en el que se sienta feliz.

—En A Lanzada. Vamos mucho, es un sitio maravilloso. Y Santiago. Quienes vivimos aquí somos unos privilegiados.

—Dígame una canción.

Corcovado de Antônio Carlos Jobim.

—¿Lo más importante en la vida?

—Ser feliz haciendo felices a los demás.