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Un estudio realizado por la Fundación Weber demuestra que disponer de los fármacos más punteros en el mercado es fundamental para el bienestar y la prosperidad de las sociedades más avanzadas

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La lucha contra la pandemia de coronavirus parece haber dado una respuesta clara a una de las clásicas preguntas que se hacen los gestores sanitarios: ¿es una inversión o solo un gasto tener los mejores medicamentos del mercado? Si algo ha demostrado la crisis sanitaria derivada del covid-19 es, sin lugar a dudas, que la investigación biomédica y el medicamento que resulta de ella son críticos para el bienestar, la prosperidad y el futuro de cualquier sociedad moderna, independientemente del gasto puntual en los tratamientos que lo hacen posible. Invertir en los mejores fármacos disponibles no solo es importante, sino que, además, es especialmente rentable.

Esta realidad que se ha evidenciado con los acontecimientos de este último año y medio es la principal conclusión del informe El valor del medicamento desde una perspectiva social 2021, realizado por la Fundación Weber, especialista en Economía de la Salud, con el apoyo de Farmaindustria, y que es resultado de una exhaustiva revisión de la literatura científica desde el 2018 —cuando se publicó la primera edición del documento—, que permite consolidar la certeza de que el medicamento es uno de los bienes más valiosos que tienen las sociedades modernas. Es esencial para la salud y la calidad de vida de las personas, ya que cura enfermedades, las controla o reduce los síntomas y mejora las condiciones de vida de los pacientes. Pero los beneficios de la innovación biomédica se extienden más allá de la salud de los pacientes a los que se dirigen: los medicamentos benefician a la sociedad en su conjunto, porque potencian la eficacia y eficiencia del sistema sanitario, permiten una mayor productividad laboral y generan una importante contribución a la economía nacional. «No hay mejor ejemplo que el coronavirus para poner de manifiesto el valor social de encontrar una cura para el causante de la mayor pandemia global de los últimos cien años, que está teniendo y tendrá un impacto económico y social sin precedentes», asegura Álvaro Hidalgo, presidente de la Fundación Weber y responsable del informe.

Más allá del coronavirus

El informe, que ha analizado el impacto de los medicamentos en hasta diecisiete patologías, ha puesto de manifiesto con claridad su importancia más allá de su efecto frente al coronavirus. El cáncer, por ejemplo, ha dejado de ser una sentencia de muerte para muchos pacientes gracias, en su mayor parte, a nuevos tratamientos, que han supuesto un 70 % de la mejora en supervivencia. Las investigaciones han logrado un mayor conocimiento de la enfermedad y se ha avanzado en su diagnóstico y tratamiento, con más de 140 nuevos principios activos para tumores sólidos desarrollados en los últimos 25 años. Además de eso, ahora hay también terapias dirigidas a mutaciones específicas, así como los primeros fármacos producidos a partir de las propias células del paciente.

Por otra parte, aunque las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la primera causa de muerte a nivel mundial, los tratamientos desarrollados en las últimas décadas han reducido significativamente la incidencia de este tipo de problemas: el 47% de los fallecimientos evitados se deben al beneficio terapéutico de los tratamientos farmacológicos y quirúrgicos.

Y son especialmente significativos los avances en enfermedades raras. En las últimas décadas se han introducido en el mercado opciones terapéuticas para dolencias raras y graves que carecían de tratamiento específico, como la esclerosis lateral amiotrófica, la atrofia muscular espinal, la distrofia muscular de Duchenne o el angioedema hereditario, entre otras muchas. Se estima que entre 2000 y 2017 más de 7 millones de pacientes europeos se han beneficiado de los medicamentos huérfanos aprobados.

Los beneficios pueden ser especialmente relevantes en patologías relacionadas con las edades avanzadas, como la demencia, la enfermedad de Alzheimer o la de Parkinson. «Se ha estimado que, si estas partidas se incluyeran en las evaluaciones económicas, el 85 % de los ratios de coste-efectividad obtenidos tenderían a ser más favorables o pasarían incluso a demostrar ahorros netos de costes», concluye el informe.

Pero los medicamentos innovadores no solo han conseguido avances relevantes para alargar la supervivencia, sino que también han ayudado a mejorar la calidad de vida. De hecho, la esperanza de vida ha aumentado a lo largo de los años hasta situarse actualmente en España a los 83,2 años. Entre 2000 y 2009 se ganaron en los países desarrollados 1,74 años de esperanza de vida, de los cuales en torno a tres cuartas partes (73 %) se atribuyen al efecto de los nuevos fármacos.

Los datos, en todo caso, no dejan ninguna duda acerca de la rentabilidad de la inversión en los medicamentos punteros. Por cada euro invertido en los fármacos, se ahorran entre 2 y 7 en otros gastos sanitarios, además de sumar ahorros indirectos tanto en productividad como en otros costes sociales, asegura el informe.