
La Ciudad Vieja y la Pescadería reúnen las de mayor antigüedad y valor artístico A Coruña tiene tatuado en sus calles un singular «via crucis». El itinerario, más allá de las catorce estaciones que prevé el «via crucis» convencional, comprende 27 paradas para catar con calma cómo se elevan las 27 cruces de piedra que marcan el periplo. La ruta podría iniciarse con una visita a los cruceros históricos, como el que luce en el atrio de la románica Colegiata de Santa María del Campo, para continuar luego a la caza de piezas de talla reciente, como la que se exhibe en la iglesia de Santa Lucía. El paseo permite hallar cruceros en los más variados rincones de la urbe.
02 may 2001 . Actualizado a las 07:00 h.En la Ciudad Vieja y la antigua Pescadería se reúne la mayor cifra de cruces de piedra, casi todas ellas construidas en los atrios de plazas y conventos o en antiguas encrucijadas de caminos. Es el caso de Santa Bárbara, cuyo actual convento data del siglo XVII, o de la puerta de O Parrote, también del XVII, coronada con un pequeño crucero en cuya base se puede contemplar la clásica calavera sobre dos tibias cruzadas. A sólo un paso está la cruz más original de la ciudad, la que aparece incrustada en la muralla del jardín de San Carlos. En el corazón de la Ciudad Vieja, en el atrio de la Colegiata, se encuentra una de las piezas más antiguas. La talla, algo deteriorada por la erosión del tiempo, presenta a Cristo crucificado y, a sus pies, las imágenes de la Virgen y San Juan. A esta estirpe de cruces más sofisticadas pertenece, también, la de la capilla Castrense, en San Andrés. En una de las caras se representa a Cristo y, en el reverso, una Piedad. Pero el más barroco de los cruceros coruñeses es el del templo de San Jorge, que se alza sobre un atrio partido en dos por la calle. La tradicional cruz se completa con las imágenes de San Roque, Santa Lucía, Santa Margarita y San Nicolás, en un rincón con escalinata que desemboca en la plaza de María Pita. En la plaza de la Constitución, entre Capitanía y los ábsides de la iglesia de Santiago, hallamos una cruz en recuerdo «de los que dieron su vida por la patria». El último alto en la ruta por el casco histórico se debe efectuar en San Nicolás. La pieza, que adorna el atrio de la iglesia del siglo XVIII, rubrica su identidad con la imagen del propio San Nicolás. Pero más allá del centro histórico topamos con cruceros en rincones insospechados, como en el barrio de Labañou, en los límites del arrabal conocido como Corea. O en el parque de Santa Margarita, donde se levanta la única cruz de piedra con capilla de cantería. El periplo conduce a los confines de la ciudad, en la frontera de la avenida de Finisterre con la refinería. Allí, asfixiado por los depósitos de combustible de CLH, se alza un pazo que posee una de las joyas de los cruceros coruñeses. El peregrinaje se asoma a buena parte de los colegios religiosos de la urbe. Cuentan con cruceros Peñarredonda -sobre un penedo de granito que da nombre a la zona-, Calasanz e Hijas de Jesús. Los cementerios de Feáns, San Amaro y San Cristóbal das Viñas también rinden tributo al símbolo del cristianismo. Y, ya de más reciente factura, son las cruces de piedra del santuario de Santa Gema o de Santa Lucía.