Demasiado corazón

RUBÉN VENTUREIRA A CORUÑA

A CORUÑA

XURXO LOBATO

Un cariñoso público hizo salir a hombros a una terna habitual de la prensa rosa, cuando sólo Ponce lo mereció Sólo uno estuvo inmenso, pero los tres salieron a hombros. Pronto venderán en las tiendas de souvenirs una oreja de toro como «Recuerdo de La Coruña», en lugar de la ya muy vista Torre de Hércules. Al contrario que el turista medio, que viene atraído por los percebes, los toreros llegan aquí a la búsqueda de orejas, que, además, van mucho más baratas. Sólo Enrique Ponce estuvo cumbre, pero el personal se dejó guiar más por la portada del «¡Hola!» que por el Cossío y aquello acabó en apoteosis triple.

05 ago 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Ahora que la Fiesta no la sustentan los toros, con sus patas de chicle, la mantienen erguida las revistas del corazón. Con la Preysler casi ausente, Lecquio encoñado y Tamara pasada de moda, el colorín mira más que nunca hacia el albero. Ayer saltaron al ruedo, ¿sabes?, el marido de Rocío Jurado, el de Paloma Cuevas y el de Eugenia Martínez de Irujo. El famoseo propició la mejor entrada (6.000 personas) de la feria. Los coruñeses habían decidido de antemano que estos toreros taquicárdicos merecían premio simplemente por visitarnos. Llovieron orejas, hasta el punto que casi hay que recurrir al apagado marcador electrónico para no perder la cuenta. El público fue cándido, y también el presidente, que regaló sendos trofeos a Ortega y Rivera. El Coliseo asistió a la coronación de Enrique VII y nada hay que objetar. Ponce salió a hombros por séptima vez de A Coruña y aún es poco tal reconocimiento. Desde aquí lo postulamos como pregonero de las fiestas. A su noble primero le dio naturales a cámara lenta, derechazos con temple y un estocadón. ¿Inmejorable? No. Al otro, con mucho el toro más toro del día, lo lidió aún mejor, con más ligazón. El público rogó que lo indultasen, de bueno que lo hizo, pero no prosperó la moción. Pinchó arriba dos veces y perdió el rabo. Ortega Cano toreó con el gadgetobrazo. Poco faltó para que se provocase una luxación de codo, de tanto que estiraba el brazo. Lidió fuera de cacho, sin ligazón y con la mano alta. «Arrima la barriga», le pedían. Desperdició a su noble primero. Algo mejor estuvo con su segundo, un gran toro, y le cayeron del cielo ¡dos trofeos! Rivera fue inferior a su boyante primero, aunque tres tandas de buenos derechazos pueden justificar un apéndice. Que recibiese dos es de coña. Su segundo era un blando. Se limitó a mantenerlo en pie. Su labor como ATS le valió una oreja.