PERFILES | Un coruñés que soluciona problemas La aventura de ser becario a los 37 años El finlandés que domina el gallego
A CORUÑA
EL ANFITRIÓN EL VETERANO EL NOSTÁLGICO
16 oct 2004 . Actualizado a las 07:00 h.El nombre más repetido entre los erasmus recién aterrizados es Iván. ¿Quién es el tal Iván, de apellido Delgado? El cicerone, el anfitrión, uno de los fundadores de la asociación universitaria Galician International Asociation, cuyas siglas no son GIA, por aquello del terrorismo, sino GaIA. Primero montó una web para orientar a los estudiantes foráneos. Después, la agrupación y una página (www.au.gaia.tk) más completa. Internet es el punto de contacto, a través del cual intercambia correos con 350 becados. Pero GaIA, que ahora está desligada de la Universidad aunque arrancó en su seno, no sólo ofrece ayuda virtual. Iván recoge a los erasmus en el aeropuerto, les ayuda a buscar piso («tengo entre 20 y 25 de mano», apunta), organiza fiestas, les orienta sobre los bares donde pueden ver la Liga de fútbol de sus países y, si se lo piden, les busca trabajo. No cobra por sus servicios: «Es mi hobby . Pero como ellos están agradecidos, me quieren pagar con cervezas, y, claro, es un peligro». El anfitrión, que tiene 28 años, se gana las habichuelas como traductor. Además de gallego y castellano, habla y escribe inglés, francés, alemán, italiano, portugués y «algo» de sueco y macedonio. Adora a los chicos. «A algún pesado le he tenido que enseñar doce pisos, pero la mayoría es muy buena gente». Su próximo proyecto es montar una banda de rock con estudiantes foráneos. «Ya tuvimos una el año pasado. Se llamaban Los Suspensos». La beca Erasmus se identifica con la dulce locura de la juventud, así que sorprende ver en ese lote al talludito Bito. Bito es el apodo de José Guilherme Pires Severiano Teixeira, portugués de 37 años, casado y sin hijos. «Esto es un gran aventura, pero yo la he emprendido con el permiso de mi mujer», admite entre risas. Breve biografía del erasmus más veterano del curso estudiantil 2004/2005. Con 18 años empezó a estudiar una ingeniería. A los 22, se matriculó en Arquitectura en Lisboa. Con 28 hizo la mili, entonces obligatoria. A los 29 regresó a su Évora natal para ejercer como profesor de Dibujo y Diseño. Hace cuatro cursos se empezó a impartir Arquitectura en su ciudad y decidió retomar los libros, que combina con el trabajo. Ahora lo ha dejado, el curro , para venirse a Galicia. «Las facultades de Arquitectura españolas tienen fama internacional y quería conocerlas bien». Se ha matriculado en asignaturas de tercero, cuarto y quinto. Ya ha ido a clase: «La dieron en gallego, y me he enterado de todo». Con el castellano tampoco tiene problema. «Allá se ven las teles españoles y, además, mi madre lee el Hola! ». No comparte piso, como la mayoría de sus compañeros de beca. «Mi mujer va a venir a visitarme habitualmente». Se ha buscado un apartamento en Palavea, desde donde sube a la facultad en coche, otro rasgo que lo diferencia del resto de los erasmus . «Boas noites», saluda amable Mikko. No es una iruretada , un guiño cómplice como el ya clásico «bos días» del técnico deportivista. A continuación, el nórdico se marca una parrafada en gallego que hace dudar de su condición de finlandés. Superada la sorpresa, cuenta su historia. En el idioma de Rosalía, claro. Así empieza: estudiante de Filología Hispánica visita España y descubre Galicia. «Quedeime encantado», dice. Eso fue hace seis años. A la vuelta se matriculó en gallego en la Universidad de Helsinki, «coa mestre Taina». Practicó durante un curso de verano en Santiago de Compostela. Hace dos años, fue erasmus en A Coruña. «A xente nova desta cidade non fala galego. Para practicar o galego é mellor Santiago», sentencia. Lleva unos días de vacaciones en la ciudad, donde dejó buenos amigos. A los 31 años, vive en Helsinki y combina los estudios (confía en acabar la carrera en dos años) con un trabajo en un almacén de fruta. Da la impresión de que no dudaría en quedarse si, tarde o temprano, le sale algún apaño laboral en su Galicia. «Estou feliz nesta terra. A xente, a forma de vivir, o marisco...», relata este lector de Darío Xoán Cabana. Mikko, todo un modelo de integración, lamenta que la mayoría de los erasmus que visitan la ciudad formen un grupo cerrado y que se relacionen más entre ellos que con los coruñeses: «Era mellor para eles estar con xente galega».