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Unas calles muy literarias

Carlos Fernández A CORUÑA

A CORUÑA

XURXO LOBATO

Historias de A Coruña | El antiguo barrio chino Escritores y periodistas dedican al Papagayo sabrosos párrafos

13 nov 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

Contaba el difunto Camilo José Cela, citando a Naya, en su novela Mazurca para dos muertos que el nombre de Papagayo parecía venir de que en el siglo XIX, desde la parte alta de la calle, se lanzaban cometas que en gallego eran cataventos y en portugués papagayos . También podía proceder la palabra de que en los huertos de la zona, como en la casa de los Casares, había árboles de amaranto, que en Galicia se denominaban papagayos . Otra leyenda cuenta que el nombre se debía a un emigrante que regresó de Cuba con un papagayo y lo tenía todo el día en su ventana dando la tabarra. Sea lo que fuere, el caso es que el Papagayo (Cela lo definió como «cuesta putera de tanta confianza como buen acougo») fue el nombre emblemático por el que se conoció al barrio chino coruñés que duraría hasta finales del siglo XX, cuando las máquinas excavadoras comenzaron su demolición, tras sufrir los tradicionales incendios que afectan a las casas deshabitadas. Descripciones El Papagayo fue descrito por numerosos escritores y periodistas en libros y reportajes del más variado tipo. Aparte el citado Cela, que consiguió que el alcalde Liaño le regalase el letrero de la calle, están otros tan conocidos como Carlos García Bayón, eterno colaborador de La Voz, que en el verano de 1988 señalaba: «La rúa del Papagayo, estrecha, alargada, umbría, húmeda, deletérea y en fermentación, se poblaba a partir del atardecer de la más variopinta clientela: albañiles, dependientes, soldados, estudiantes, pollos pera, oficinistas, cargadores, mancebos imberbes, escaparatistas, señores de puro, viajantes catalanes... Cada uno de ellos llevaba su sigilo o su algarabía, su fuego o su tristeza». El periodista Juan Soto, en su Guía secreta de Galicia (Al Borak, 1975), apuntaba sobre el Papagayo, tras calificarlo de «afamado paisaje de la lujuria»: «Sigue habiendo mujerío, pero ya no es lo que era. Primero, tanto las bebidas como las señoras elevaron bastante sus tarifas. Segundo, los macarras le han dado de lado al respeto aquel que le tenían el posible cliente y se han vuelto peligrosamente camorristas. Tercero, se va perdiendo aquel clima familiar y entrañable de hace años, cuando todos nos conocíamos y si faltabas un sábado, ellas se preocupaban y te esperaban impacientes». Habitáculos malolientes El inolvidable Mariano Tudela calificaba al Papagayo como «barrio de los amores ocultos, donde se mezclaban señores y criados, jóvenes y viejos, policías vigilantes y soldados de los cuarteles próximos en busca de su primera experiencia». Más propio del Chicago años 20 es el párrafo que dedicaba no hace mucho al Papagayo el escritor y académico Manuel Rodríguez Maneiro: «Habitáculos con efluvios malolientes, angostas estancias faltas de ventilación; míseros aposentos en los que, a lo largo de la historia, se cometieron atracos, estafas, encerronas; lugares donde la droga hacía de las suyas y se registraban crímenes y asesinatos; vías peligrosas durante la noche en que los alborotos y la delincuencia campeaban por sus respetos».