Además de Fernando Bermúdez de Castro, no hay otro escritor en la ciudad que ostente el galardón que se entrega mañana
14 oct 2007 . Actualizado a las 02:00 h.El próximo año se cumple medio siglo desde que el Premio Planeta tuviese como destino la ciudad de A Coruña por primera y, hasta la fecha, última vez. Fue la novela Pasos sin huellas, del coruñés Fernando Bermúdez de Castro y Rebellón, la que en 1958 resultó ganadora de este galardón literario, en una edición, la sexta, no exenta de polémica. A la larga, esta historia de juventud parcialmente autobiográfica sobre las aventuras de un estudiante gallego en Londres, sería la única novela que publicase el autor, aunque dejaría escritas quince «de una extensión semejante a Guerra y Paz, además de infinidad de cuentos», según relata su sobrino y albacea de su legado, Ignacio Bermúdez de Castro. Un material que, asegura la familia, continuará siendo inédito por expreso deseo del escritor, finado en 1999.
Nacido en 1923 y huérfano de madre desde muy joven, este vecino de la ciudad vieja, tras recorrer distintas capitales europeas en su juventud, recaló en Madrid, donde se ganaba la vida colaborando con distintos diarios mientras frecuentaba las tertulias del foro. Tras un fallido intento de convertirse en médico, se licenció en derecho en dos años y abandonó la carrera diplomática, para centrar sus esfuerzos en la literatura, lo que pronto daría sus frutos.
Antes de cumplir los 35, se hizo con el Premio Planeta y quedó finalista del Nadal. Un éxito temprano que provocaría con el tiempo un miedo al fracaso que le hizo no publicar nada más en vida: «Sería por su carácter antisocial, que le hacía huir de todo reconocimiento, o porque no lo necesitó económicamente, pero se apartó de la vida pública. Incluso rechazó diversas ofertas de llevar al cine su novela», asegura su sobrino, que describe al escritor como «demócrata convencido, hipocondríaco y ateo».
Sobre su carácter reservado habla también su primo, Ramón M. Rebellón, que compartía piso con él en Madrid en 1958, y que cuenta como la noche de la entrega del premio se encontraban en casa a pesar de estar invitados a la cena del hotel Palace: «Por culpa de su timidez patológica se negó a ir hasta que le llamaron por teléfono para decirle que estaba muy bien situado en las votaciones. Así que tomamos un taxi y, nada más llegar al hotel, le recibieron con felicitaciones». Entre los que dieron la enhorabuena al coruñés se encontraban dos miembros del jurado, Wenceslao Fernández Flórez y Álvaro de la Iglesia, que reveló el sentido de su voto con la exclamación «¡Ya era hora de que le dieran un premio a una novela de humor!». Realmente no se trataba de un texto humorístico, «sino más bien sarcástico, con un tono marcadamente pesimista y un final trágico, acorde con la personalidad del autor», según precisa su sobrino. La noche terminó en fiesta. El periodista Antonio D. Olano se trasladó de madrugada a casa del premiado donde ojeó el original de la novela y apuntó su frase final, terriblemente conmovedora, para su crónica del día siguiente.
En aquel entonces, la dotación económica del Planeta alcanzaba las 100.000 pesetas. Según el primo del escritor y compañero de piso en aquel entonces, «lo primero que hizo con el dinero fue comprarse un colchón nuevo».