Una tasca de verdad. Era una de las tabernas con solera que había en la ciudad. Hablo en pasado porque La Cantera, en la esquina de la calle Ciudad de Lugo con la glorieta de América, al lado del Palacio de la Ópera, ya es historia. La espalda del propietario dijo basta. «No aguanto las piernas y así es mejor cerrar. Si los peldaños de las escaleras son altos ya no puedo subirlos», me comenta José ( Pepín ) García, hijo de Adolfo García , que fundó el bar en 1953. «El 8 de enero hizo 55 años», precisa Pepín con voz nostálgica y fastidiado por su problema reumático. Recuerdo cuando fui por primera vez a tomar los callos y un minivaso de vino del Bierzo. «El que siempre trabajamos», apunta el dueño. Era domingo, poco antes de la hora de comer, y el ambiente era extraordinario. Un querido cuñado, que fue el que me descubrió este tesoro en forma de tasca, me presentó a algunos de los habituales que ahora, casi veinte años después, sigo saludando por la calle. Y es que La Cantera siempre trabajó la cantera de amigos. Una tapa en peligro. «Hasta aquí llegamos», sentencia García mientras cierra esas puertas rojas de madera que forman parte del paisaje íntimo de la ciudad. Primero se acabaron los callos porque su mujer, Mercedes González , también atraviesa por problemas de salud y dejó de atender la pota hace más de un año. Con el cierre del Gasógeno meses atrás y ahora con el de La Cantera, el potencial callístico dominical está en horas bajas en la zona centro. «Hay otros sitios nuevos que los hacen, pero son todo garbanzos», analiza Pepín. Los barriles, los pósteres de equipos de fútbol, el serrín... Esta Cantera se agotó. Una pena. Ramiro Cruz estará triste en el cielo. Ingenieros veteranos. Seguro que a los siguientes protagonistas les gustaría más que hubiésemos quedado en un local como del que les acabo de hablar, pero nuestra cita fue en un café de la calle Real donde no sirven churros. Le pedí al presidente del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales, Edmundo Varela , que convocase a los colegiados que este año fueron distinguidos con motivo del día de su patrón, San José. La fiesta, por coincidir con la Semana Santa, la cambiaron para ayer por la noche y tuvo lugar en el Hotel Hesperia Finisterre. Recibieron la insignia de oro honorífica Secundino Garrido Belmonte , fundador de la empresa Eleko hace cuatro décadas, José Juan Suárez Garrote , que fundó Arquing, dedicada a instalación de calefacciones, aunque ahora ya no tiene nada que ver con la firma, y Germán Tojeiro Canitrot . «Yo soy currante -comenta sonriente-trabajé en Bazán como delineante y de catedrático de secundaria», recuerda. A José Castro Blanco y a José Antonio Suárez Fajardo de Andrade , que todavía está en activo, les impusieron la insignia de oro por llevar medio siglo en el colegio. Por celebrar las bodas de plata fueron distinguidos José Luis Ayestarán, José Manuel Bao, Pablo Carballo, Damián Gómez, Julio González, Heliodoro Iglesias, José Antonio Iglesias, Manuel Losada, María Dolores Losada, José Rodríguez, Pedro Sánchez y Eduardo Vázquez . Ahí tienen a los más veteranos.
«Se puede decir de ella que fue la fundadora, la precursora de la terapia ocupacional en España», explica en los micrófonos de Radio Voz Jorge Teijeiro , decano de Ciencias da Saúde de la Universidad, cuando le pregunto por la trayectoria de Mercedes Abella . Esta mujer, de 82 bien llevados años, recibió ayer por la tarde la medalla de oro de la citada facultad y, al mismo tiempo, el reconocimiento de la Asociación Profesional Galega de Terapeutas Ocupacionais. Hija de ferrolanos que en su día emigraron a Cuba, nació en La Habana y se formó profesionalmente en Estados Unidos, donde cursó sus estudios de la materia en la que hoy es una referencia a nivel nacional e internacional. «En el año 1961 la reclamaron para que regresase a España para impulsar esta especialidad en nuestro país», apunta Teijeiro. Una gallega de mundo que recibió la distinción en el rectorado de la Maestranza acompañada por su marido, un ruso de 90 años.