El monóxido de carbono es un gas invisible, incoloro e inodoro, pero tan altamente tóxico que puede provocar la muerte si se respira en niveles elevados. Es igual de pesado que el aire y puede atravesar estructuras sólidas (paredes, muros).
Respecto a los casos en los que se puede dar, el monóxido de carbono surge en toda combustión incompleta que tenga lugar en un espacio reducido y carente de ventilación. Dentro de estos casos, es frecuente a nivel doméstico por el mal funcionamiento de los quemadores en el caso de calentadores a gas, estufas, calefactores, etcétera. Además, se puede dar también en el caso de los braseros de leña, los gases emitidos por tubos de escape de vehículos a motor en lugares mal ventilados, como garajes o túneles, en incendios o minas, ya que el grisú lo contiene.
Como se se señalaba anteriormente, si se respira, aunque sea en moderadas cantidades, el monóxido de carbono puede causar la muerte por envenenamiento en pocos minutos porque sustituye al oxígeno en la hemoglobina de la sangre. Una vez respirada una cantidad bastante grande de monóxido de carbono (teniendo un 75% de la hemoglobina con monóxido de carbono) la única forma de sobrevivir es respirando oxígeno puro.
Cada año un gran número de personas pierde la vida accidentalmente debido al envenenamiento con este gas. Las mujeres embarazadas y sus bebés, los niños pequeños, las personas mayores y las que sufren de anemia, problemas del corazón o respiratorios pueden ser mucho más sensibles al monóxido de carbono.
En el caso de los calentadores, el gas suele venir por la mala combustión. Por ello se recomienda por los especialistas las revisiones periódicas de los calentadores con el fin de evitar este problema. Asimismo, es preciso su instalación en lugares ventilados y con rejillas. Y, siempre, ventilar rápidamente la vivienda cuando se presenten dolores de cabeza y náuseas, y más si afectan a varios miembros de la familia, ya que indican la existencia de gases tóxico por mala combustión.