Futuro hostelero. La plaza de María Pita esconde un secreto, la calle Capitán Troncoso. «Creo que se podría convertir en una nueva Franja, pero con estilo propio. Había un proyecto precioso de cubrirla con toldos de colores y poner terrazas con decoración a juego», apunta Adolfo López , presidente de la asociación de comerciantes de la Ciudad Vieja. La calle lo tiene todo. Está totalmente rehabilitada, es ancha, y ya es peatonal, aunque siguen pasando coches a unos metros de la casa del alcalde. Hay negocios de hostelería de siempre, algunos nuevos, y dos locales de importantes dimensiones están en obras. El vecindario ya sabe que se van a dedicar a hostelería, uno albergará la Casa Vasca, el restaurante que desde hace 20 años regenta en el Orzán Carlos Llamosas , y el otro lo está reformando Pablo Gallego . Negocios que pueden contribuir a poner de moda una calle, que a pesar de la reforma y que, como antes les decía, lo tiene todo para ser una referencia hostelera, está hoy en día bastante parada. Es la una de la tarde y casi todos los locales están vacíos. Los propietarios tienen tiempo de sobra para charlar un rato conmigo.
De todos los bares, el que presenta un aspecto más antiguo es el Ría de Vivero, nombre que le puso el primer dueño. Sus actuales propietarios, José Antonio Pereira y Carmen Vázquez , con la ayuda a veces de su hija Maica Pereira , subsisten en un local en el que parece que nada se haya movido en el último medio siglo. Otros históricos como el Tumba Dios o el Vizoso cerraron, pero se mantienen negocios veteranos como el Yéboles. «Creo que es el más antiguo», afirma Julio Acevedo , que justo este viernes reabrió tras unos días de vacaciones. Fue en 1940 cuando un señor de Valladolid, de apellido Yéboles , inauguró el local, que tres años después pasó a manos de la familia del actual propietario. De entre las miles de personas que pasaron por allí, el dueño destaca a Woody Allen , que visitó el mesón cuando vino a tocar hace poco más de un año. Los clientes empezaron a llamar iebolina a los vasitos de Cigales que servían. Antonio, primo carnal de Julio, decidió utilizar ese nombre cuando se independizó y optó por montar por su cuenta el famoso restaurante situado en la misma calle.
El primer propietario era de la zona de Malpica, de ahí el nombre, que decidió conservar Gumersindo Campelo , que está al frente del ahora reformado bar desde hace 38 años. «Hay que poner de moda tapear como antiguamente», dice, mientras atiende a los muchos clientes que apuran el menú del día. El Cerillas, que ahora regenta Plácido Rodríguez , debe su nombre a unas patatas fritas que recuerdan por su forma a los fósforos. Abrió en 1963 y está igual que el primer día. Sigo caminando por la calle y me fijo en nombres de bares como el mesón A Roda, la cervecería Galatea, la taberna de la Penela, que da la espalda a esta calle y solo abre por María Pita, o la vinatería jamonería Troncoso, donde el fin de semana compra el pan el alcalde y cuyo propietario, Luis González , presume de que fue el primer joven que apostó por Troncoso. Javier losada también está satisfecho con los nuevos aires que soplan en la zona. «Me alegra de que haya gente joven que ayude al resurgir de la calle», me comenta el alcalde-vecino.
Acaban de inaugurar La Taberna de Peloncho y la pizzería Mestura. Sonia López y Javier Míguez están al frente del primero, que fusiona el encanto de una tasca de siempre con el de una vinoteca actual. José Martínez , oriundo de A Barqueira, Cedeira, colocó una original planta con forma de pulpo delante del local. «O trouxeron uns amigos de Barcelona que o compraron en Italia», explica. Ahí tienen a una representación de los negocios de esta calle emblemática que vive un auténtico resurgir hostelero.