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Falleció Castilla del Pino, renovador de la psiquiatría y académico de la RAE

Miguel Lorenci

A CORUÑA

16 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Psiquiatra a contracorriente, poderoso símbolo de la resistencia antifranquista, académico de la RAE, dotado narrador y prolífico memorialista, el cáncer venció finalmente a Carlos Castilla del Pino. El psiquiatra rojo, como lo apodó la dictadura que combatió como activo militante comunista, murió en la madrugada del viernes, con 86 años, en Córdoba.

Se distinguió por su intento de humanizar el tratamiento de los enfermos mentales y por sus investigaciones sobre la incomunicación y la depresión. Su extensa obra alternó la investigación médica con una profunda y dolorosa indagación memorialística en una vida plagada de trágicos episodios, como la temprana muerte de su padre, el fusilamiento de varios familiares y la muerte prematura de cinco de sus siete hijos. Renovador de la psiquiatría, ocupaba el sillón Q de la RAE, que fuera de Camilo José Cela. Castilla del Pino nació en San Roque (Cádiz) el 15 de octubre de 1922, Su admiración por Ramón y Cajal orientó su vocación científica.

Había iniciado en los 50 una década de intensa investigación neuropatológica en la que alumbró más de una treintena de trabajos. En 1965 publicó uno de sus obras más célebres, Un estudio sobre la depresión, al que siguieron Fundamentos de antropología dialéctica y La incomunicación , ensayo que conocería más de 13 ediciones. Firmó más de una veintena de ensayos y casi 200 investigaciones y monografías relacionadas con su especialidad, además de dos novelas y unas extensas memorias.

Como narrador firmó las novelas Discurso de Onofre y La alacena tapiada . Repasa su infancia y juventud en Pretérito imperfecto (1922-1949) , merecedor del premio Comillas, y su madurez en Casa del Olivo (1949-2003) . Es un duro ejercicio de introspección de un hombre descrito a veces como huraño, en el que aborda el suicidio de su hija y las tensas relaciones con sus demás hijos. «Abrí abismos entre mis hijos y yo. Cometí un error común en los padres de mi tiempo: querer hacer al hijo a tu imagen y semejanza».