El local fundado en 1928 por Luis Otero, jugador del Deportivo y el Celta, ha dejado de funcionar, mientras sus famosos cefalópodos pueden degustarse ahora en Madrid
26 feb 2010 . Actualizado a las 12:43 h.El tapeo por la calle de los Olmos cuenta con una parada menos: el bar Otero ha cerrado. Ha ocurrido después del último cambio de gestión al frente del mismo. Bajo la reja metálica que cierra la entrada están los sobres de la correspondencia atrasada que van llegando y asoma a la calle el papel amarillo de un envío certificado.
Los grafiteros han encontrado un nuevo espacio para su arte en dicha reja, que muestra la actuación de uno de ellos. A través de una polvorienta cristalera se pueden ver las sillas amontonadas en el interior, todas patas arriba, ocupando la larga barra del local en la que durante años se acodaron miles de coruñeses ante las tapas de calamares fritos, acompañadas de las inseparables cañas de cerveza.
«Sí, está cerrado desde hace un tiempo», apuntan en uno de los establecimientos de la zona, mientras que en otro aluden a la búsqueda de los actuales responsables, «durante varios días», por parte de una repartidora de periódicos. En un tercer establecimiento argumentan que tras el cese de la actividad «iso me parece que está metido na Xustiza, pero eu non lle sei, é o que me din».
Este asunto judicial al que aluden puede ser la sanción de 100 euros «por infracción leve en materia de turismo», dice la resolución impuesta por la Consellería de Cultura y Turismo a este local el pasado 14 de diciembre y publicada en el Diario Oficial de Galicia el pasado día 15 de enero.
Lo cierto es que los calamares del bar Otero han pasado a la historia. ¿O no? Porque no pueden degustarse en la calle de los Olmos pero, curiosamente, sí pueden tomarse a 600 kilómetros de distancia, en Madrid. Al menos eso intentó hace justo ahora dos años un empresario de hostelería de Madrid, Juan Olloqui, cuando vino a la ciudad y reunió a quienes habían hecho posible el sabor único de los míticos calamares del Otero: a Carmen Tarrío, que fue cocinera del local durante 18 años, a su hija Rufina Martínez, que también hizo miles de ellos en el mismo local y todo ello bajo la atenta mirada de Pepe Santiso Otero, que fue camarero del Otero durante 43 años.
Olloqui, un gallego dedicado a la hostelería, quería de esta manera llevarse a uno de sus locales, La Gran Pulpería de Pozuelo, el sabor de los calamares del bar Otero. En su empeño no solo se trajo a su gente para aprender la receta, sino que se buscó un proveedor del puerto coruñés para que le enviara directamente, desde el Muro a Madrid, los calamares. Así que los nostálgicos tendrán que darse una vuelta por el Foro para comprobar si realmente han conseguido trasladar el sabor, aunque otros, más prácticos, ya han optado por buscar locales de la misma calle, como es la cervecería El Real, ubicada en el número 8 y cuyos calamares también están recibiendo muchos elogios.