Sábado, seis de la mañana. Comienza la hora after hours. Primer destino, el archiconocido Rus . Lo que en un principio parece una cafetería que permanece abierta en horas poco religiosas, se transforma en una verdadera sala de rock con denominación de origen español. El aspecto inicial que destila es el de un bar. Al menos, eso parece hasta que a alguien se le ocurre pedir un café. Obviamente, no disponen de servicio de cafetería. No está concebido para ello.
Pero cualquier habitual que se precie sabe que es fundamental bajar las escaleras para conocer su verdadera esencia. Decenas de personas bailan acaloradamente en un espacio, para qué negarlo, un tanto claustrofóbico. Lleno de clientes de diferentes estilos, en el ambiente se mezclan alternativos y jóvenes sin ganas de volver a su nido hasta el amanecer. Aquellos a los que a esas horas el cuerpo les pide un descanso, a dos pasos del Rus tienen a su disposición el Soneira, donde pueden disfrutar de un plácido ambiente chill out nada estridente. Conserva la estética de su predecesor, la emblemática Tetería del Orzán. Cojines y pufs forman parte del mobiliario, dotando al lugar de un toque relajante a la par que exótico. Parada obligatoria de este ritual mañanero consiste en acercarse a La Calita que, sorprendentemente, este fin de semana no estaba abierta al público. «No lo entiendo. En teoría debería estar abierto», asegura Eduardo, que acude el establecimiento con relativa frecuencia.
Otras zonas
Las inmediaciones de Juan Flórez constituyen otro de los muchos puntos de encuentro para los verdaderos amantes de la noche. En el legendario Soweto uno puede disfrutar de una cerveza acompañada del mejor blues. Reinaba un ambiente animado pero sin incidentes, probablemente porque está enfocado a un público más maduro. Al acceder a su vecino, El último no cabe, salta a la vista que en realidad cabían unos cuantos más. Heredero del antiguo Gado Gado, está ahora orientado al colectivo homosexual respondiendo a una demanda social latente en la ciudad.
Para sorpresa de los más trasnochadores, en el antiguo Recreo, conocido actualmente como La Sala, la música brillaba por su ausencia. Como era de esperar, varias personas la solicitaron en diversas ocasiones. Sin embargo, miembros del local dieron a entender que, esa noche, no era posible. A pesar de que la segunda copa era gratis y abría hasta las diez de la mañana, lo cierto es que estaba prácticamente vacío. El famoso Caimán, en cambio, no decepcionó a sus asiduos. En torno a las nueve de la mañana, momento en el que ya estaba a punto de cerrar sus puertas, algunas personas trataban de prolongar su estancia en el local con la excusa de acabarse el contenido de sus vasos. Pese a todo, unos minutos más tarde, el silencio se apoderó de la sala y cerró de forma definitiva.
En ese momento, uno interpreta que la noche coruñesa está llegando a su fin. Entonces, parece que la única opción es ir a desayunar a una cafetería normal, de las que sí sirven cafés, y volver a casa. Pero existe una alternativa. Alejado de toda civilización, siguiendo el paseo marítimo, se encuentra O Portiño. Una terraza en la que uno puede elegir entre seguir de copas, desayunar o incluso degustar algunas raciones enlazando la cena con el almuerzo.
Podría parecer un bar de día, excepto por la música electrónica de sus altavoces. Como diría Sabina: «y nos dieron las diez...».