Una semana después de que los gallegos expresaran su voluntad de forma directa en las urnas, son muchas las incógnitas que quedan por despejar en el ambiente político coruñés. La primera lectura es que más allá de los éxitos evidentes del PP, capaz de revalidar y aumentar su mayoría absoluta tanto en el Parlamento como en la provincia, y de Alternativa Galega de Esquerda, que propulsó desde A Coruña su impresionante debut electoral, todos los partidos tienen motivos más que suficientes para preocuparse con los resultados también en el ámbito de la capital provincial, por mucho que todas las fuerzas políticas intenten convencernos de que son elecciones distintas y que las extrapolaciones a otros ámbitos distintos del autonómico no son más que un truco periodístico.
El voto protesta. La primera sorpresa es que, por primera vez, la suma de los descontentos, traducido en la suma de votos nulos y en blanco, obtendría un concejal en el salón de plenos de María Pita. Fueron 6.648 personas las que se tomaron la molestia de acudir a las urnas para dejar patente que ninguna de las opciones presentadas, muchas y variopintas, encajaba con lo que querían. A ello hay que sumar que 4 de cada 10 ciudadanos coruñeses decidieron no ejercer su derecho al voto. Demasiados descontentos.
El desgaste del PP. Después de un cuatrienio de constante crecimiento en apoyos en las urnas, el PP coruñés sufrió su primer retroceso desde que Carlos Negreira es su referente. En una extrapolación que en nada gusta a los populares, perdería la mayoría absoluta en unas municipales y bajaría incluso a 12 ediles (tiene 14) si se computaran como una única fuerza los votos en blanco y nulos. El PP casi duplica a la segunda fuerza, AGE, mientras que la distancia con el tercero es de casi 25.000 papeletas.
El caladero de AGE. La UTE formada por Anova, la nueva marca de Beiras y los Irmandiños y la vieja Esquerda Unida, encontró en A Coruña el principal refrendo a su propuesta, basado en la crítica frontal a todo el modelo y alguna suma de propuestas de poco calado que pasaron desapercibidas por el personalista liderazgo de su cabeza de lista. Supieron conectar con el enorme descontento ciudadano. Fueron los primeros que tendieron puentes con el 15-M y supieron acompañar las principales protestas callejeras de forma que no se percibiera un interés demasiado político. El problema es saber cuántos de sus votos son prestados, si seguirán contando con ellos en el futuro y, sobre todo, si esta extraña coalición se sostendrá en el tiempo.
El BNG, despeñado. La mayor víctima de esta campaña en A Coruña es el BNG. El liderazgo tranquilo que intenta transmitir Xosé Manuel Carril se ve anulado por las tesis más duras de los exponentes de la vieja UPG. Culpar a todo el mundo de no quererlos es un error. Es la cuarta fuerza por méritos propios. Toca renovarse.