Dieciséis son los años que estuvo como concejala del PP en el Ayuntamiento, de 1991 al 2007, siempre en la oposición. Dieciséis son los años que tenía cuando fue elegida Guapa de A Coruña. Corría 1958. España era en blanco y negro. «Fui al certamen nacional a Madrid y quedé segunda. No gané porque era menor de edad. Yo mentí, pero el modisto que nos vistió dijo que mi cuerpo no era de 18», recuerda. Me habla de Orestes Vara y del maestro Vituco Leirachá que influyeron de manera decisiva para que se presentase al certamen. En noviembre Rosa García Meiriño cumplirá 72 años. No los aparenta. «Soy consciente de la edad que tengo cuando me visto. Soy coqueta y me agrada verme guapa, favorecida. Me gusta que me piropeen, con respeto», apunta sonriente. Hasta cuando habla de episodios tristes mantiene el gesto amable en su rostro. Hace 5 años falleció su marido y en 1979 su hijo de 11 años murió en la piscina de la Hípica por un problema con el cloro de la instalación. «No lo superas nunca, pero aprendes a vivir con ese dolor y tienes que luchar por los que tienes aquí», reflexiona. Quince meses después del fallecimiento de Jaime Enrique vino al mundo Luis Jorge. Hoy tiene 33 años y es un arquitecto que intenta abrirse camino en la vida.
Cartas y dominó
Dice que hace siete años que no va a la playa. «Este verano pensaba ir pero mi hermana, con la que vivo en Panaderas, se rompió un tobillo y se chafaron los planes. Son cosas que pasan», comenta. Asegura que se propone andar, nadar, hacer ejercicio... pero que al final no hace nada. «Me estoy convirtiendo en sedentaria, y eso no es bueno». Le gusta jugar «a todo». Al póker, al dominó, al tute... «Pero en casa y sin apostar dinero. No le puedes ganar los euros a un amigo», matiza esta mujer que nació en Ventosela, Ribadavia, pero que a los 3 meses se vino con sus padres a A Coruña. Tras contraer matrimonio vivió durante cinco años en Francia, en Saint Germain-Orly, a pocos kilómetros de París. «Trabajé cuidando niños. Eran un encanto. A veces ni cobraba», recuerda con cierta nostalgia.
Sus progenitores tuvieron el Tanagra, en la calle del Ángel y más adelante O Ben Estar, Casa Jaime, en la calle de la Franja. «Al lado de la churrería Popular», precisa. La palabra popular siempre estuvo muy unida a Rosa García Meiriño.
Vena política
Ya no es concejala, pero por sus venas corre sangre política. Está al tanto de todo lo que se cuece en María Pita. «Me afilié al partido cuando nació Alianza Popular. Admiraba a Fraga. Yo no escondo mis colores jamás. Una vez me llamaron Rosita la Pepera», comenta. Luce una pulsera con los colores de la bandera española en su muñeca derecha. «Juré bandera dos veces, la primera en el cuartel de Atocha y otra más adelante en la plaza de María Pita con Paco Vázquez», recuerda. Se considera una mujer-política de a pie, «del pueblo, del ciudadano, del mercado, de la peluquería. Cuando la gente me cuenta un problema yo se lo traslado al ayuntamiento. Hay mucha gente de mi generación que no utiliza Internet y no puede mandar una queja por ese medio. Yo tengo tres ordenadores en casa pero, digamos, no soy simpatizante de las nuevas tecnologías. Nunca buscaría un novio por Internet. Lo respeto pero no lo entiendo», comenta sonriente. Ve poco la tele. «Sobre todo los debates que hay en dos cadenas (me las imagino) y algo de cotilleo, para ver que la vida tiene su parte tonta», destaca. ¿Y Negreira? «Es muy trabajador, cercano y cuenta con un buen equipo», asegura Rosa, Rosita, siempre elegante.
«Admiraba a Fraga y nunca escondo mis colores»