En el Palacio de la Ópera, en la tarde de ayer, hubo de todo. Pero todo bueno, muy bueno. Desde el flamenco más tradicional hasta las coplas más populares, pasando por poemas musicados. Y todo bajo el saber hacer y la maestría de Miguel Poveda, una de las grandes voces flamencas de la actualidad -hay quien dice que la mejor-, que dio una auténtica lección de clase y poderío con una puesta en escena mínima, sin adornos ni aditivos. En sus manos no hay tema pequeño: Poveda, solo con su voz, eleva la categoría de las canciones que interpreta.
Ahí radica buena parte del mérito de esta esperada actuación -no abundan los recitales flamencos por estos lares-, en la desnudez con la que se enfrentó Poveda al público y a un repertorio que no está al alcance de cualquiera. Acompañado por tan solo dos músicos y con la seguridad del que confía y cree en lo que hace, el cantaor recorrió buena parte de su cancionero e, incluso, avanzó lo que podrán ser los temas para un futuro nuevo disco: unos sonetos seleccionados por García Montero y musicados por Pedro Guerra por los cuales habrá que esperar hasta el año que viene para verlos grabados en disco. Antes, el 19 de noviembre, llegará su nuevo trabajo, un directo grabado en el Colón de Buenos Aires con un repertorio basado íntegramente en tangos.
Lo de ayer fue más completo. Poveda aprovechó el carácter íntimo del recital para mostrarse asequible ante los presentes, para emocionarles y tocarlos de cerca: «Es como cuando llega el invierno y lo que te apetece es quedarte en casa calentito. Así son estos conciertos, muy íntimos, muy de corazón», explicaba el catalán en Radio Voz, horas antes de subirse al escenario.