Habla con frases cortas pero contundentes. «Ser cocinero es algo más que salir en la tele o en el periódico», reflexiona. Y sobre la estrella Michelín que por cuarto año consecutivo recibió su restaurante afirma que «el glamur y el estatus que conlleva me da igual, pero somos una empresa con bastantes empleados y por eso es importante tenerla». Juan Manuel Crujeiras Lista, Juan para los amigos, cumplió 45 años en octubre y tiene un hijo de 10 que juega al hockey. Es un coruñés que se crio en Cerceda para mejorar de sus problemas de asma. Habla maravillas de cómo cocina su madre, y recuerda que su abuelo fue cocinero de barcos de pesca. Dice que terminó EGB y se matriculó en hostelería atendiendo la sugerencia de uno de sus tíos que daba clase de religión en la escuela Lamas de Abade de Santiago. «Fui, y me gustó. Hubo gente que se rio de mí cuando dije que iba a estudiar cocina». Desde hace más de quince años, antes de montar el restaurante A Estación de Cambre, es profesor de cocina y pastelería en el instituto Fraga do Eume de Pontedeume.
Un anuncio en el periódico
En el año 2000 llevó durante unos meses Casa Ponte, en Juan Flórez, y finalmente abrió el restaurante cambrés en el 2002. «Hasta entonces creo que había ido una vez en mi vida a Cambre. Mi mujer vio un anuncio en el periódico... Lo reformamos todo nosotros. Tardamos un año. Mi madre hizo la mantelería, las servilletas..., que están guardadas. Ahora viene gente de toda España y de otros países. La idea es mantenernos, porque tengo muchos amigos que cerraron. Yo no soy ni más ni menos que Casa Celia, pero creo que la estrella Michelín sitúa a Cambre en el mapa», comenta Juan, mientras disfrutamos de una caña en un bullicioso bar de la Gaiteira. En el 2005 se incorporó otra cocinera destacada, Beatriz Sotelo, ahora su socia. «Mucha gente nos pregunta cómo lograrnos ponernos de acuerdo, porque los cocineros tenemos mucho ego, pero cada uno asume su parcela, su camino y su carácter. Ella es extrovertida y yo no. La gente lo confunde con otras cosas, pero es timidez. Llevo más de quince años de profesor y me siguen temblando las piernas el primer día de clase», destaca.
La nevera de casa
No ve programas tipo Top Chef. Ni iría como concursante. «Un cocinero de verdad abre la cocina de su casa y es capaz de hacer algo rico con lo que hay», sentencia con otra de sus frases contundentes. Dicen de él que borda el pescado, pero defiende que un profesional tiene que saber hacer de todo y dominar platos como las lentejas o estofados, aunque no todos al mismo nivel. «La tortilla de patatas es lo que peor me sale», reconoce.
En su tiempo libre le gusta la tranquilidad y compartir mesa y charla con amigos. «Soy cero crítico con los compañeros de profesión. Si algo no me gusta me callo», asegura Juan, que se declara humilde y respetuoso con todo el mundo. «Soy normal y mi principal defecto es que soy rencoroso», confiesa.
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