Asegura con naturalidad que «no he vuelto a nacer, no me parió un tren». Habla de proyectos de futuro porque «estos últimos seis meses de mi vida no han valido para nada». Pasará el fin de año en Oviedo, con su mujer y sus hijos. Esta localidad asturiana le trae buenos recuerdos de la etapa en la que trabajó en el desaparecido Banco Herrero. «Quiero empezar el año nuevo de otra forma. Vivimos tres días y no nos damos cuenta. El 23 de abril cumplo 50 años y voy a celebrar mi cumpleaños por todo lo alto. Todavía no sé que haré, pero me da igual, será a lo grande», comenta Ángel Torres Rey, superviviente del accidente del Alvia en Santiago. Está casado, tiene tres hijos, dos niños de 15 y 11 y una niña de 13. La niña se llama Covadonga, en homenaje a la tierra en la que se despertará el primer día del nuevo año. Es, y presume de ello, coruñés de toda la vida. «De los de Torres de Torres y Sáez y de los Rey que tenían los bacaladeros en el puerto», comenta mientras tomamos una caña en La Picotería, en la avenida de Arteixo, muy cerca de la administración de lotería de la que es propietario, El Búho, en la calle Costa Rica. Mucha gente tenía la esperanza de que el gordo cayese en este local. «Por lo de estrellado con estrella», aclara.
La palabra muerte
En su Iphone 5, el mismo que llevaba en el bolsillo el 24 de julio y desde el que llamó a su esposa para decirle que estaba vivo, me enseña imágenes impactantes, entre ellas la radiografía de su maltrecha cadera. «Excepto en los partos de mi mujer nunca había visto un hospital en mi vida y fíjate, ahora estuve 21 días seguidos», destaca. «Lo único que quiero es olvidar la palabra muerte, porque la vi. La única forma de olvidar es vivir», reflexiona. Sigue de baja y precisa la ayuda del psicólogo. «Las noches son horribles. Intentas olvidar. Tengo miedo a todo lo que no controlo, desde ir en ascensor a viajar en coche. Quiero acelerar mi proceso de recuperación. He ganado en intensidad de hacer cosas, pero el cuerpo no acompaña, no puedo ir en mi Lambretta, ni en mi bici...» Es un hombre locuaz. Salta de los detalles de la tragedia en Angrois a sus otros veranos de ensueño en la playa de La Barrosa en Cádiz.
El balón deshinchado
Habla de sí mismo como «un caballo ganador que llevaba una inercia en la vida que se ha parado», pero se siente con fuerzas para salir de esta. «Me siento como un balón deshinchado y soy yo mismo el que lo tiene que hinchar. Soy más fuerte de lo creía y tengo más amigos de los que pensaba». La última charla del año pasado fue con Sofía Toro, la gran triunfadora del 2012. La última del 2013 es con un hombre que quiere borrar de su mente el año que se termina. «A partir de enero tengo que plantearme hacer un San Juan todos los meses», asegura Ángel Torres.
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