Luz Casal abrió el telón de las fiestas

Javier Becerra
Javier Becerra A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

CESAR QUIAN

Su emotivo pregón precedió a un concierto que reunió a 15.000 personas

02 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Dijo que no iba a soltar «ni una arenga, ni una homilía, ni un mitin». Solamente animar a los coruñeses a vivir las fiestas que en su día le sirvieron de bálsamo en su emigrante niñez. Luz Casal se dirigió emocionada a unas 3.000 personas desde el balcón del palacio municipal en el pregón que oficializaba el inicio de María Pita 2014. Apelando, en todo momento, a un deseo colectivo de mirar a tiempos mejores.

«Si pregonar es hablar en voz alta una cosa que conviene que todos sepan, aquí estoy yo Luz Casal Paz este año para hacerlo». Así arrancó la artista su discurso entre aplausos invitando a los presentas a «obviar pesadumbres e incomodidades y de darle la espalda a la adversidad tomando el camino del disfrute y del entretenimiento».

En base a ello, enumeró algunas de las actividades más destacadas de las fiestas, haciendo un especial hincapié en el Noroeste Pop Rock, en el que tocó ella en el pasado, y la Batalla Naval, «cuando éramos el objetivo de ejércitos invasores como lobos hambrientos de codicia». Casal señaló que «este tiene que ser un tiempo de despertar entre neblinas y morriñas» y «una búsqueda de un óptimo estado de ánimo». Todo ello es posible, según ella, «con este calendario de actividades estimulantes». Dicho esto la cantante quiso hacer «una confesión largamente contenida». Luz dijo que durante su infancia y parte de su adolescencia «el vació familiar que sentíamos mis padres y yo lejos de la tierra en la que nacimos se llenaba en el mes de agosto en esta ciudad y durante estas fiestas. Es por eso que resultan tan importantes para mí», concluyó.

Durante el pregón varias personas con caretas de Picachu realizaron una protesta con gritos de «¡fóra, fóra!» dirigidos al alcalde.

Emoción en el escenario

Poco después de las diez y media Luz subía a escena. Al poco, hizo mención a su recital de este mismo año en el Palacio de la Ópera en el que rompió a llorar de la emoción. Como en aquel abrió con Almas gemelas y, arropada por un sonido exquisito y un escenario tan sobrio como elegante, dejó fluir su voz rota en una plaza de María Pita que alcanzaría las 15.000 personas. Poco después apeló a Ella y yo y mas tarde a No me importa nada, una de sus baladas estrella «dedicada a toda las mujeres».

Más adelante hizo un popurrí de temas del pasado, rescatando canciones de su primer disco, todo para enfilar un tramo en el que apeló a su vertiente más rockera y entre otras tocó canciones como Loca, Rufino o Un pedazo de cielo. La cantante de Boimorto hizo vibrar a la audiencia de la plaza de María Pita con unos juegos de luz muy espectaculares y unas canciones, ya clásicas.