
Sus vecinos padecieron en 1832 un grave brote de fiebres tifoideas
19 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.La epidemia avanzaba imparable por Europa y podía llegar en cualquier momento. Originario de la India, el cólera-morbo asiático se extendió desde Calcuta, en 1817, hacia Oriente Medio y Rusia. En 1830 llegó a Moscú y en 1831 a Viena; en febrero de 1832 ya estaba en Londres y en marzo en París.
Los barcos y las crecientes relaciones intercontinentales contribuyeron a su difusión. El cólera provocaba una severa diarrea que podía causar la muerte por deshidratación y su contagio se debía al consumo de agua o alimentos contaminados con la bacteria vibrio cholerae, que se transmite por las heces de una persona infectada. La falta de hábitos de higiene y de cuidado en el vertido de las aguas fecales facilitaron su extensión. Hoy lo sabemos, entonces no.
A finales de abril del año 1832, el Ayuntamiento coruñés trataba de prepararse para lo peor. Junto con disposiciones para excitar una mayor limpieza y aseo del pueblo, ordenó que se hiciesen rogativas públicas y privadas en todas las iglesias. Al mismo tiempo, buscaba recursos con los que poder sostener los hospitales que tendría que establecer para socorrer a los muchos pobres que enfermarían, si se manifestase la pandemia en la ciudad.
En medio de estos temores, en la pequeña y pobre aldea de labradores de Vioño, en las afueras de la ciudad, numerosos vecinos cayeron enfermos. La rapidez de su propagación, la existencia de casos mortales y el hecho de que muchas familias tenían a varios de sus miembros afectados asustaron a las autoridades: podía tratarse de la nueva epidemia. Tras conocer los hechos, el Ayuntamiento ordenó, el 1 de mayo, que los cuatro facultativos médicos de la ciudad pasasen inmediatamente a reconocer dichos enfermos e identificasen qué enfermedad padecían.
En su informe, conservado en el Archivo Municipal coruñés, los médicos precisaron que había 21 vecinos enfermos, 10 adultos y 11 párvulos, y determinaron que padecían «una fiebre nerviosa que en los más graves se hace algo pútrida», siendo su duración de 14 a 21 días y de carácter bastante benigno.
También señalaron que no era la primera vez que veían dicha enfermedad en las estaciones de invierno y primavera, que la calentura ya existía desde diciembre de 1831 y que había varias aldeas afectadas en los alrededores de A Coruña y Betanzos. Según su opinión, las causas que la provocaban eran las privaciones, el desaseo y el influjo atmosférico, contagiándose por el roce continuado con los calenturientos. Posiblemente era un contagio de fiebres tifoideas.
Varias bajas
En los días sucesivos varios afectados murieron, pero la mayoría de los convalecientes curaron gracias a los cuidados médicos, las medicinas y los alimentos diarios (pan y vino) que recibieron y que se pagaron con los fondos recaudados por suscripción popular.
El 29 de junio se dio por concluida la enfermedad infecciosa que había brotado en Vioño. El cólera llegaría el 19 de enero de 1833 a Vigo y en 1834 hasta Mondoñedo. Por suerte, los coruñeses se librarían de esta primera invasión colérica.