Cuatro Caminos, la encrucijada

A CORUÑA

ALBERTO DEL CASTILLO SALAZAR

El barrio es su fuente, donde el Deportivo pone a remojo títulos y ascensos

16 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuatro Caminos es justo eso: una encrucijada, una fuente que hace de rotonda, coches y buses que pasan hacia la ronda de Nelle, Lavedra o Primo de Rivera. A Cuatro Caminos le pasa Alfonso Molina por encima y no rechista, porque es un barrio acostumbrado a que los caminos y las avenidas le pasen por la chepa.

La Voz de Galicia pasó por San Andrés y Puerta Real, pero la calle histórica de La Voz fue, hasta el 2000, Concepción Arenal, que era la Fleet Street coruñesa. Pero el reloj del periodismo siempre va un par de horas por delante y, como en la Fleet Street londinense, llega un momento en que a los grandes diarios se les queda pequeño el traje del casco urbano y tienen que emigrar a otros espacios para seguir en lo alto de la modernidad.

Catorce años después todavía llega al polígono de Sabón alguna carta con la dirección de Concepción Arenal. Se ve que esta es una ciudad de costumbres y que en el barrio recuerdan con nostalgia al periodista callejero, que tiene querencia por la hostelería y la noche. Eran los tiempos en los que el Muro era el Muro y Cuatro Caminos apenas dormía porque se acostaba muy tarde (es un barrio muy trasnochador) y madrugaba mucho para ir al muelle y a la lonja del Gran Sol. Y en todo ese rebumbio se mezclaban en la acera los periodistas, los exportadores de pescado, los estibadores, los empleados de Pompas y la clientela del bingo.

En A Coruña se habla mucho por antonomasia. Por ejemplo, a la Ciudad Vieja se le llama la Ciudad, a secas, porque es la Ciudad por antonomasia. Y también hay una cervecería por antonomasia: La Cervecería. La de Estrella Galicia, en Concepción Arenal, donde se levantaba en otra época la fábrica, que ya tenía su jardín cervecero al estilo bávaro. La fábrica llegó un día que ya no cabía allí y se fue al polígono de la Grela. Pero se quedó La Cervecería. Desde 1906 la ciudad mantiene un pulso sordo con Estrella Galicia a ver quién gana: A Coruña a vaciar barriles o la Estrella a fabricar cerveza. Por ahora la cosa va en tablas, pero cada año en la Grela tienen que abrir más el grifo cervecero porque en Atlantic City la sed no se apaga nunca. A Coruña, en ese plan, es un poco como Dean Martin en Río Bravo: cuando hay que trabajar se trabaja, a lo bestia, pero cuando hay que hidratarse también se hidrata a lo grande, sin remilgos.

-Jefe, venga otra ronda, que se ve que estos vasos pierden.

En La Cervecería se toma la caña mejor tirada de la ciudad, pero también la que más se sube, será que una cosa lleva a la otra. Aquí hay que beberse las cañas en la barra, con unos amigos a mano izquierda y un partido del Dépor en la pantalla.

De paso, si luego el Deportivo asciende o gana de nuevo la Liga o la Copa, pues ya tienes a mano la fuente de Cuatro Caminos para celebrarlo y te ahorras un paseo. Cada vez que el equipo sube a Primera o gana un título hay que arrimarse a la fuente, igual que otros van a Canaletas, Neptuno o Cibeles. Será por fuentes.

Ya no están ni el Café Capitol, ni el bar del Norte, ni la gasolinera de Cuatro Caminos, que tenía su toque de arquitectura industrial, pero resiste La Favorita, que es donde media Coruña hace cola desde agosto para soñar con su gordo de Navidad. Ya no está el histórico lotero Ramiro tras la ventanilla, pero a su hija Ana también le piden las terminaciones a la carta, sobre todo en cinco, que por algo es el número de la administración.

-Bonitiña, dame uno acabado en cinco, pero que toque.

Para entender el envés de los décimos de lotería hay que interrogar al gran Vituco Leirachá, que también lo sabe todo de La Voz, del Dépor y de la calle Cartuchos, que ahora se llama Varela Silvari.

Cuatro Caminos se apropia de Ramón y Cajal, donde está El Corte Inglés, el centro comercial y nada menos que El Timón, que ya le disputa abiertamente a Bonilla la hegemonía del churro local. Uno es del Timón o de Bonilla como es del Barça o del Madrid, de los Beatles o de los Stones. Son esas elecciones que marcan toda una vida.

Hay un punto de Cuatro Caminos donde uno cree que está en el barrio Kreuzberg de Berlín. No porque esté todo gris o mande Merkel (que también), sino porque hay un edificio, en la esquina de Castiñeiras de Abajo con Enrique Hervada, que se parece sospechosamente a una obra que Álvaro de Siza construyó en los ochenta en la capital de Alemania y a la que un grafitero coronó en lo más alto con una poética pintada: «Bonjour tristesse».

Un día le pregunté al arquitecto Xosé Lois Martínez si se había inspirado en Siza para sus planos:

-O que fixemos foi unha cita a un gran mestre da arquitectura.

A Castiñeiras de Abajo se sube (perdón por la paradoja) por la escalinata de Santa Lucía, que es uno de esos tesoros urbanos a los que no hacemos mucho caso, pero que imprimen carácter, y que permiten descubrir esa arquitectura secreta, casi incógnita, que aún sobrevive en la rebotica de calles como Fernández Latorre.

Pero Cuatro Caminos es sobre todo el Café Delicias, con sus periódicos sobados por los ojos de la clientela, sus mesas de mármol y sus azogues históricos. Hay que pillarse una mesa con vistas a la parada del bus para ver pasar el día, los peatones que cruzan, los taxis, los autobuses de la Compañía de Tranvías, los coches fúnebres de Pompas, en fin, la ciudad entera que desfila sin pausa frente a esta ventana. Porque todos los caminos llevan a Cuatro Caminos.

En el Café Delicias hay que pillar una mesa con ventana para ver pasar el día y la ciudad