Sabón no es un polígono cualquiera. Mientras muchos miles de metros cuadrados de superficies urbanizadas -y expropiadas- a precios de oro languidecen tomadas por silvas y malas hierbas, en ese espacio situado a menos de quince kilómetros del centro de A Coruña se concentra un tercio del PIB gallego, comandado por una de las mayores empresas del mundo. El polígono, concebido hace cincuenta años cuando parecía imposible que la trama urbana llegara hasta la zona, se quedó encajonado entre los desarrollos urbanísticos descontrolados y la insuficiencia de sus conexiones viarias con el resto del mundo.
La pujanza del mismo sirvió para lograr hace casi dos décadas que la A-6 desembocará allí. Y el problema de tráfico se agravó. Pero los políticos, más preocupados de sus privilegios que de hacer realmente competitivas a las empresas, obviaron las necesidades de la zona muchos lustros. Hasta que hace un año llegó al fin la luz. La Diputación dio la liquidez necesaria a una obra vital. Con alguna chapucilla que se ha ido parcheando, como el doble carril de acceso al polígono, bien es cierto. Pero el resultado que se verá desde hoy es un importante ahorro en tiempo que se traducirá en el imprescindible aumento de la competitividad de uno de los grandes motores de Galicia. Y eso, más allá, de las quejas de algunos inconformistas, no deja de ser una gran noticia. Para todos.