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De baja médica en el semáforo

A CORUÑA

María Ballesteros

El nigeriano Mathew Moses, vecino del Agra, se ha quedado sin ingresos tras ser atropellado en el cruce de Sol y Mar, en Perillo, cuando vendía pañuelos

16 may 2015 . Actualizado a las 15:59 h.

El viernes es el mejor día de la semana en el cruce de la N-VI a la altura de Sol y Mar, en Perillo; el día que más se vende. El nigeriano Mathew Moses, que lleva 14 de sus 30 años en España, lo ha comprobado en los últimos meses, en los que ha tratado de ganarse la vida y llevar un sueldo a casa vendiendo caramelos y pañuelos allí. Ayer, sin embargo, se pasó la mañana en el servicio de urgencias del Chuac tras ser atropellado el jueves por la tarde en el cruce que se ha convertido en su puesto de trabajo. «Fue mala suerte porque yo ya me iba a ir, pero dije: voy a ver si consigo dos o tres euros más y lo dejo», cuenta. Poco después, cuando pasaba entre dos coches detenidos, un tercer vehículo chocó con uno de ellos por detrás y Moses recibió un golpe en la pierna. «No sé bien cómo pasó», dice.

La lesión no fue tan grave como podría imaginar en un principio: el hueso no sufrió fractura y, además de un corte y la importante inflamación que sufría ayer, el pronóstico médico de Matthew parecía esperanzador. El vital no tanto: el dinero que hasta ahora obtenía vendiendo en el semáforo de la N-VI se había convertido en el único ingreso de una unidad familiar que completan su mujer, Rose, y su hija Britney, de dos años y medio, y que, si el parto no se adelanta, se incrementará el próximo mes con otra pequeña.

«De momento, tengo que lucharlo y nada más», resumía ayer Mathew en la sala de espera del Chuac, a donde llegó en ambulancia desde el Ventorrillo, tras visitar a su médico de cabecera por la inflamación que comenzó a subir durante la noche. La primera asistencia la recibió en el hospital Modelo, a donde fue trasladado por uno de los conductores que se vieron implicados en el choque.

La precaria situación en la que vive ahora Mathew y su familia -«Con lo del semáforo no llega nada, pero te ayuda», aclara- dista mucho de la vida que llevaban hace dos o tres años, cuando este vendedor y su mujer regentaban una tienda en el Agra del Orzán, donde viven. Era un locutorio, con ordenadores con Internet y taller de reparación de equipos, y tenía además alimentos de fuera de España. Al frente del negocio estuvo durante cuatro años, pero antes no paró de trabajar en distintos sectores, entre ellos la construcción, lo que permitió obtener unos ingresos que poco tienen que ver con los diez euros que algunos días le cuesta conseguir tras ocho o nueve horas en el semáforo. «Ganaba dinero, sí, por eso yo pude abrir el negocio», dice.

Mathew, que tiene permiso de residencia hasta el 2019, dice que ahora mismo no tiene «nada». «Solo tengo derecho a la Risga, pero aún no salió», explica. También tiene una cita con la asistenta social. Dentro de un mes.