Los supervivientes del comercio coruñés

Ana Lorenzo Fernández
ANA LORENZO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

PACO RODRÍGUEZ

Algunos locales llevan más de 200 años abiertos y su intención es seguir haciéndolo otros tantos años más

07 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La calle Real, San Andrés, la Galera o San Nicolás no se entenderían hoy sin las decenas de comercios que han abierto -y también cerrado- sus puertas a lo largo de los años. Algunos de aquellos primeros locales que iniciaron la actividad comercial de A Coruña a principios del siglo XIX todavía siguen hoy al pie del cañón, y aunque muchos han cambiado de manos, en otros los descendientes de los fundadores apuestan por seguir conservando el legado que han heredado. Farmacias, ultramarinos, joyerías, imprentas, mercerías, o chocolaterías conforman ese selecto grupo de comercios que se han convertido ya en parte de la historia viva de la ciudad, resistiendo estoicamente ante las embestidas de las crisis y de la apertura de una decena de centros comerciales.

1800

Azafranes Bernardino. Puede que sea el negocio más antiguo de la A Coruña, ya que abrió sus puertas en el año 1800 y ahí sigue aromatizando con sus especias la calle de la Galera. Aunque nació de la mano de otro propietario, desde hace más de cuarenta años la familia de Maripaz Vázquez se encarga de atender a los clientes y su intención es seguir haciéndolo mucho tiempo más, «aunque si nos deja el mercado, que está muy duro y hay mucha competencia», apunta. En estos más de 215 años de vida este comercio siempre se ha dedicado a lo mismo y es un claro ejemplo de especialización en el mundo de las especias y de los condimentos.

1827

Farmacia Villar. Ricardo y Montse Villar pertenecen a la sexta generación que trabaja detrás del mostrador de esta legendaria farmacia, que su fundador se empeñó en abrir en A Coruña porque «veía que era una ciudad con futuro, a pesar de que él era de Betanzos, que en aquel entonces era capital de provincia». Otro acierto de José Villar fue apostar por el comercio marítimo, que permitía que llegasen a la ciudad los fármacos de forma más rápida que por tierra. De esta forma, cuando Bayer comenzó a fabricar la aspirina, esta farmacia de la calle Real se convirtió en una de las primeras en contar con este medicamento, e incluso se dedicó a distribuirlo a todas las boticas de la provincia.

1840

La Gran Antilla. Situada en frente del Teatro Rosalía de Castro, La Gran Antilla comenzó siendo una tienda de ultramarinos, para luego convertirse en una de las confiterías más prestigiosas de la ciudad durante más de un siglo. Aunque continúa su actividad, ahora rebautizada como La Antilla, en los últimos años ha pasado por las manos de varios propietarios y se ha reconvertido en una coqueta pastelería-cafetería que guarda la esencia de antaño, pero adaptada a los nuevos tiempos.

1871

Farmacia Ossorio. Francisco Martín Ossorio pertenece a la cuarta generación de farmacéuticos que han llevado las riendas de la legendaria botica de San Nicolás. Lleva más de tres décadas despachando medicamentos y confiesa que no se puede quejar, «aunque los últimos cinco años nos hemos llevado un palo enorme con la crisis económica. Yo tengo trabajo, pero hay cinco millones de españoles que no». Martín tiene un hijo que está estudiando Farmacia y le encantaría que siguiera al frente del negocio familiar, «pero será él quien decida».

1885

Joyería Amor. A pocos metros de la botica de los Ossorio se abría catorce años después la Joyería Amor, aunque en un principio «era una casa de cambio de moneda y de oro y plata vinculado al tráfico marítimo», recuerda Antonio Amor, que pertenece a la cuarta generación de joyeros. El grupo llegó a tener cuatro establecimientos, pero en la actualidad -y tras el cierre de la Joyería Helvetia el pasado 30 de enero tras la jubilación de su padre- se han quedado con el local de San Nicolás y el de Menéndez Pelayo.

1885

Imprenta López. La encuadernación de libros ha centrado siempre la actividad de la Imprenta López, dirigida ahora por Beatriz López que pertenece a la cuarta generación de una saga familiar que creció entre olor a tinta y papel recién impreso. Aunque el primer taller se abrió en la calle San Nicolás, en la década de los 70 se mudaría a la calle Barcelona, y ahora se ha instalado en Juan de la Cierva, donde cuenta con un equipo, «que se reinventa todos los días y que trabaja muchísimo para poder ofrecer el mejor producto a nuestros clientes», confiesa Beatriz López, que se muestra muy contenta con los resultados que están teniendo.

1889

Casa Claudio. La calle San Andrés fue testigo del nacimiento y despegue de Casa Claudio, un negocio que empezó como ultramarinos -de la mano de Claudio San Martín- y luego se convirtió en una rentable red de supermercados, llegando en 1988 a convertirse en el grupo líder de las empresas gallegas por su volumen de facturación. Diez años después, la compañía Gadisa absorbió todo el entramado, aunque mantuvo varios locales de Casa Claudio con su nombre y decidió especializarlos en la venta de productos selectos.

1896

El Riojano. «Luchar, luchar y luchar». Ese el lema de Isabel Anidos, que pertenece ya a la quinta generación familiar que atiende el ultramarinos El Riojano de la calle Orzán. Aunque venden todo tipo de productos, «nuestro plato fuerte sigue siendo el bacalao», y espera que con la recuperación económica pueda seguir cortando el bacalao muchos años más. De hecho, ella cogió las riendas del negocio en el año 2008, cuando se inició la crisis económica, «y hubo épocas buenas y otras malas, pero hemos seguido para adelante con mucho esfuerzo, y nuestra intención es seguir aquí», destaca.

1910

Objetos Religiosos (San Nicolás). Irene Pena empezó con tan solo 15 años a trabajar en esta tienda de objetos religiosos ubicada en la calle San Nicolás. Hace casi una década, cuando el último miembro de la saga fundadora se jubiló, decidió hacerse cargo de este comercio centenario, donde ha trabajado «muchos, muchos años». Confiesa que «el negocio va yendo», y espera que la recuperación económica se traslade también al pequeño comercio.

1926

Chocolates La Fe Coruñesa. Hace apenas dos años que el último descendiente de los fundadores de La Fe Coruñesa, Miguel Novoa, decidió jubilarse y ante la posibilidad de cerrar un negocio que en el 2016 cumple 90 años optó por alquilárselo a José Manuel Vilar. Este emprendedor llevaba tiempo buscando un local para instalarse, y finalmente encontró en esta tienda de Riego de Agua una posibilidad para cumplir sus sueños. El balance de este primer año es bastante bueno, «y la cosa va mejor que cuando empezamos, porque como la tienda estuvo seis meses cerrada mucha gente pensó que ya era algo definitivo», lamenta Vilar. En el comercio siguen vendiendo bombones, chocolates, dulces, galletas, miel, e incluso ha vuelto a comercializar el chocolate La Fe Coruñesa, que Vilar está introduciendo de nuevo en el mercado y ya está disponible en una quincena de tiendas.