Vicegoles en Riazor

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

17 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo mejor para escribir sobre algo es no tener ni idea del tema, porque así, el conocimiento técnico, la obsesión por el detalle y la ambición humana por demostrar que eres más sabio que los demás no te agarrota. Cuanto menos sepas, más suelto escribes. Tipos como Julio Camba o Wenceslao Fernández Flórez ya dejaron muy claro hace décadas que sus artículos eran de oro puro precisamente porque no sabían nada de política internacional, ni de toros, ni de fútbol, ni de nada. Solo sabían escribir.

A Wenceslao le debemos algunas de las más gloriosas crónicas futboleras de la historia porque no se entretenía en dilucidar si el nueve estaba en fuera de juego, porque, de entrada, presumía de no entender qué demonios era el fuera de juego.

El sábado por la tarde, sentado en ese tendido del siete que es la tribuna de Riazor, me acordé de Wenceslao porque en una de aquellas crónicas relataba cómo el Deportivo había caído 3-1 ante los blancos y, al salir de Chamartín, toda la ciudad le daba el pésame por coruñés. Hasta le obligaron a no asistir a una cena para que pudiese deprimirse a gusto en casa. El sábado, el Deportivo cayó 0-2, pero el pésame no se lo dieron a los coruñeses, sino a los madridistas, porque sobre el césped de Riazor se habían dejado una Liga que perdieron ganando.

Si hiciésemos caso a Wenceslao, habría que medir el resultado no por los goles que suben al videomarcador, sino por los vicegoles, por esos casi goles que se estrellan contra el palo o se desdibujan en las manos del portero: «Así como el vicepresidente es lo que más se aproxima al presidente, y las vicetiples, aunque no siempre son las que más se aproximan a las tiples, las siguen en categoría, así llamo yo vicegol al hecho de que una pelota pase por encima o al lado de la puerta o bata en los largueros, sin ser gol, pero en inminencia de serlo».

A vicegoles sí que no nos gana nadie. El sábado mismo, para despedir la Liga como Dios manda, saltó el fabrilista Róber y en su primera jugada hizo un vicegol maravilloso, que detuvo Navas. En Riazor sabemos mucho de vicegoles. De hecho, el vicegol más famoso de la historia es el penalti de Djukic, que lleva desde 1994 estrellándose contra las manos de González. Fue otro sábado. Otro 14 de mayo. Otra Liga que se jugaba en el último partido en Riazor. Otro título para el Barcelona. Como aquel sábado, también estaba Arsenio sobre el césped. Pero este 14 de mayo nadie nos tuvo que dar el pésame por coruñeses. Ni siquiera los vicegoles importaban ya. Lo único importante era pagarle al Zorro un aplauso que le debíamos desde hace 22 años. Porque aquella Liga de 1994, que se quedó en viceliga por un vicegol, siempre será nuestra Liga.