Los guardapolvos ya solo se ven en las pelis de vaqueros de Clint Eastwood y en ciertos portales de Linares Rivas. En Linares Rivas, Sánchez Bregua y los Cantones aún hay porteros de carne y hueso, que son los que había en cada portal hasta que el Saza de La escopeta nacional se puso a vender telefonillos por toda España.
En Linares Rivas el portero no es automático, sino analógico y hasta suele gastar bigote. Al portero le ponen siempre una gran mesa de caoba entrando a mano izquierda, una mesa de despacho que deja claro quién manda en la finca. Porque el portero manda mucho. Manda mucho más que el presidente de la comunidad de vecinos, que al fin y al cabo es un cargo rotatorio y poco deseado, mientras que el portero es vitalicio. Además, el portero tiene el control de la calefacción central y eso impone mucho respeto.
Uno sabe si en una casa hay portero automático o analógico porque donde hay telefonillo la puerta está siempre cerrada, pero si hay portero de guardapolvos azul se deja la puerta abierta, que ya está él para controlar quién entra y quién sale. Cuando vienen visitas a algún piso de su edificio, el portero les pasa revista con la mirada. Los novios de las niñas bien de Linares Rivas y Sánchez Bregua le tienen mucho más miedo al portero que al futuro suegro, porque el portero maneja técnicas de interrogatorio de la CIA.
Antes el portero llevaba en el bolsillo del guardapolvos un lápiz HB y las gafas de ver de cerca, pero ahora lleva un iPhone por si manda un guasap la vecina del quinto para que le mire una ventana que no cierra bien.
A veces al portero, además de su mesa de caoba, le ponen en el portal una especie de piso piloto para él solo. En el centro hay portales tan grandes, tan acogedores, tan bien amueblados, con su tresillo de cuero y su ficus, que uno se quedaría a vivir con el portero una temporada.
Hay porteros de guardapolvos y porteros de traje azul y corbata. También hay que distinguir el portero de guardapolvos gris y el portero de guardapolvos azul, porque no es lo mismo. Igual que un portero no es lo mismo que un bedel, un mozo, un ordenanza, un guardia de seguridad o un ujier del Congreso de los Diputados. El portero es todo eso y algo más.
En los Cantones había hace años un portero histórico, de esos que ya no se ven, de traje azul y corbata con pasador. Era el portero del Banco Bilbao, que salía de vez en cuando a la acera a echar un pitillo y estirar las piernas. Tenía gafas oscuras y fumaba con mucho estilo. No tanto como el Perchas, que fumaba con boquilla larga en el Manhattan, pero casi. Llevaba unos gemelos con las iniciales del banco, BB, y daban ganas de pedirle un crédito.