Marta Morodo: «¿Qué es ser pija? Si es ser una persona educada y aseada, sí lo soy»

A CORUÑA

eduardo pérez

La empresaria coruñesa lleva cuarenta años dedicada al sector de la moda

10 jul 2016 . Actualizado a las 16:45 h.

Luce piel morena y viste de blanco. «Soy de extremos. En invierno suelo optar por el negro y en verano por los marfiles y blancos», comenta. «Soy fiel a mis vaqueros. No me resultan cómodas las faldas, me quitan movilidad. No soy muy de arreglarme y no pierdo horas preparándome», confiesa Marta Morodo Ramos, que lleva cuarenta años dedicada al sector de la moda. «Mi padre tenía Maga (Marroquinería Gallega) una fábrica de bolsos que estaba en la Grela. Empecé allí con 18 años en el departamento de diseño. Recuerdo que vendíamos muchísimo a El Corte Inglés». Acaba de cumplir los 58. «Nunca he notado la edad que tengo, que es una barbaridad de años. No hago deporte porque no tengo tiempo, pero no he estado a régimen en mi vida. Soy delgada porque no paro», asegura esta antigua alumna de la Compañía de María que llegó a tener una cadena de tiendas con su nombre, fue la primera encargada de Loewe y dice que ahora «solo me falta dinero, si no seguiría creciendo. Los proyectos te hacen joven», sentencia esta mujer que se declara positiva, alegre y creativa.

Su propia marca

Charlamos en la trastienda de Things, el establecimiento que abrió hace un par de años en la calle Enrique Dequidt, especializado en complementos, bisutería, moda.... Hasta lo que no está de cara al público está ordenado y decorado con gusto. «No podría vivir en una casa desordenada. A las cosas materiales hay que tenerles el apego justo. No se trata de amontonar recuerdos que no sirven para nada. Hay que viajar con el equipaje ligero». Me muestra un artículo de mi compañero Javier Becerra que se titula «Cuando ser pijo era lo más guay» y en el que la marca que tuvo Marta aparece citada. «¿Qué es ser pija? Si es ser una persona aseada y educada, pues entonces sí lo soy, pero no entiendo que se utilice pijo en tono despectivo», reflexiona. Cuando su padre cerró la fábrica de bolsos montó su primer negocio, la tienda Romana en el Cantón pequeño. «Estaba haciendo un escaparate y rompí aguas», contesta cuando le pregunto cuántos años pasaron desde entonces. Está casada y es madre de dos hijos, Kiko, de 33, y Paloma, de 30. Después creo su propia marca y fabricaba en la Grela. «Tenía una tienda en Payo Gómez y llegué a montar seis franquicias por España adelante. Todavía hay gente que me dice que conserva prendas con mi nombre». Aquella aventura «me dejó en la miseria. Crecí muy rápido y coincidió con el bum de Inditex y los talleres trabajaban solo para ellos. Me fui a fabricar a Portugal, pero hubo un problema y toda la producción vino mal etiquetada. Renací y monté una fábrica de camisas, Camisole».

Once años en Loewe

Fue entonces cuando la llamaron de Loewe. «Tenía 40 años y nunca había trabajado para otro. Jamás pensé que me fuesen a coger. Fui la primera encargada que tuvo la tienda y funcionó fenomenal durante 11 años», relata. Tras esa etapa se marchó a Sevilla, donde trabajaba su marido, dejando atrás un reguero de rumores. «Hubo muchos comentarios, hasta que me había enamorado del consejero delegado de la empresa. Cuando volví a Coruña dos años después me hacían cada pregunta... Cuando no se saben las cosas surgen los rumores. Lo cierto es que cuando me fui me dijeron que tenía las puertas abiertas para cuando quisiera», recuerda mientras en la tienda se percibe el bullicio de la temporada de rebajas. «Tengo clientas de siempre», reconoce Marta, apasionada de la lectura, de viajar «para llenar la cabeza de ideas», y del helado de nata y café de la heladería Colón.