De la bata de Zara a la parka coreana

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

15 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin un motivo claro, lo cierto es que para los hijos de la EGB, en los lejanos setenta, no era lo mismo ponerse unos Lee, unos Wrangler o unos Lois, y no precisamente por la calidad de los vaqueros, pues los niños no reparábamos excesivamente en la dureza de las prendas, más allá de comprobar si los pantalones rompían por la rodilla al arrastrarlos sin compasión por el campo de fútbol, de tierra. Sencillamente, el mundo se dividía de un modo natural entre los partidarios de míster Wrangler y míster Lee, con disputas de bandos más o menos parejos. ¿Por qué Lee? Pues porque molaba más, y eso era mucho decir. Lo era todo: molaba, punto.

La moda va generando sus iconos intemporales, como la bata de guata de Amancio Ortega, que resurge hoy al amparo del vintage en la exposición Galicia Cen. Para los chavales de mi generación, la prenda que tendría hueco en un museo de la costura sería sin duda la parka coreana -o koreana-,anorak de origen ruso. Era aquella del forro naranja y el pelo de foca en el borde de la capucha, que, como en el caso de los pantalones, organizaba las pandillas en el patio de cole. Porque no era lo mismo comprarla azul marino que verde militar. La prenda era idéntica en un color u otro, pero aquel universo de la EGB quedaba partido por la frontera entre azules y verdes. El tono azul, que hasta es posible que lo hubiese elegido tu madre sin consultarte, te alineaba para siempre en el bando más molón? Hasta que descubrías con una punzada en el corazón que a tu colega del alma le habían comprado la otra en un acto traicionero y de consecuencias afectivas.

 En aquellos bolsillos inmensos de la coreana cabían más canicas de las que se podían comprar en el quiosco, pero bien podíamos con el peso, sobre todo si calzábamos unos Paredes, que irrumpieron en nuestras vidas como el aperitivo de Nike o New Balance y con los que tenías clarísimo que corrías más y saltabas más alto. Pero? ¿Paredes o Yumas? ¡Buf! El mundo se abría de nuevo en un abismo con dos bordes, y había que elegir uno porque no se trepaba igual a las murallas con unas zapatillas que con otras: «¡Es que las mías son Paredes!».

Hoy contemplamos el pasado desde una nostalgia complaciente, pero creo que los escolares de los setenta fuimos la primera gran conquista del imperio de las marcas, al menos en nuestro país. Menos mal que, al crecer, dejamos atrás el maniqueísmo de la niñez, lo que nos permite, ya de adultos, escoger sin aquellos prejuicios, con sólidos argumentos en la mano. ¿iPhone o Samsung?, ¿Canon o Nikon?, ¿Messi o Ronaldo? Cualquier opción elegida tiene ahora una razón de peso: ¡mola mucho más!