El botellón, consumo de drogas y estilo de ocio entre los jóvenes

Manuel Serrano LA VOZ DEL EXPERTO

A CORUÑA

16 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La palabra botellón, literalmente, significaría botella grande. Sin embargo, en los últimos años esta palabra, más que vincularse a un recipiente se puede definir como una reunión masiva de jóvenes de 16 a 24 años, fundamentalmente, en espacios públicos (plazas, parques, calles) en los que charlan, escuchan música y, principalmente, consumen bebidas alcohólicas que, previamente, han comprado en supermercados, tiendas o grandes almacenes, y se desarrolla fundamentalmente por la noche. El fenómeno social del botellón lleva en nuestro país cerca de cuatro lustros de vida.

Existe gran disparidad en la información que se maneja sobre el botellón, debido en parte a opiniones no fundamentadas en un conocimiento objetivo y detallado de lo que realmente supone e implica. Su enorme repercusión mediática ha enfatizado la importancia del conflicto social de orden público, identificando el botellón con algunas de sus consecuencias negativas, principalmente quejas vecinales por ruido y suciedad y dejando de lado el gran problema que significa para la salud.

Es un hecho real lo perjudicial que puede llegar a ser el alcohol para la salud, y más tal consumo en edades tan tempranas. La adolescencia es un período marcado por profundos cambios, tanto en la estructura como en el funcionamiento cerebral, por lo que el consumo de cualquier droga (cannabis o hachís, cocaína, heroína, alcohol, etc.) en esta etapa produce unos efectos que serán más o menos dañinos según la cantidad y tipo de sustancia consumida. Respecto a las consecuencias asociadas al consumo de alcohol, ni los más jóvenes ni los adultos son conscientes de estas, ni los que beben mucho, ni los que lo hacen en menor cantidad. Tan solo perciben aquellas consecuencias que aparecen reiteradamente en las campañas de televisión, como las asociadas a la conducción, los problemas relativos a peleas y agresiones, así como las cuestiones físicas -vómitos, mareos hasta caerse, resaca...- y obvian el saber que consumir alcohol y otras drogas durante la adolescencia produce alteraciones neurocognitivas, y si el consumo es intensivo (binge drinking), estas alteraciones son mayores, afectando al funcionamiento de la persona joven en su vida cotidiana. Y todo ello sin olvidar otras consecuencias que suelen apreciarse en el comportamiento del adolescente, como el deterioro o pérdida de relaciones sociales, cambio en su estado de ánimo, disminución de su rendimiento escolar y abandono de responsabilidades familiares,

Es cierto que lo que se hace en los botellones es beber y también hablar y escuchar música, pero el objetivo principal es consumir alcohol en grandes cantidades para perder el control y conseguir cierta desinhibición social. El abuso de las drogas empieza por un acercamiento a un consumo lúdico, después vendrá la adicción o un consumo habitual y finalmente la dependencia. Primero se comienza por pequeñas sustancias que van desde el tabaco al alcohol, para pasar a otras más potentes y adictivas.

Parte de la responsabilidad de esto recae sobre los padres, que en la mayoría de los casos o desconocen dichas prácticas de sus hijos u optan por la no acción. Pero el problema no es tan simple y requiere de una mayor implicación de todos para ir cambiando estas costumbres y alcanzar una solución común.