Una cuestión de confianza socavada

A CORUÑA

04 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta misma mañana el alcalde de A Coruña se somete en el pleno a una cuestión de confianza. Y la cruda casualidad ha querido que un vendaval haya aireado alguna de las causas por las que el gobierno local, en minoría y con los puentes de diálogo dinamitados, tiene que echar mano de este instrumento extraordinario para intentar sacar adelante su presupuesto.

Los destrozos en la cubierta del estadio municipal de Riazor han dejado al aire la renqueante acción del Gobierno local de A Coruña y han desatado la penúltima tormenta política en María Pita.

En casi dos años al frente de la alcaldía, Xulio Ferreiro y su equipo fueron incapaces de poner solución a un problema que incluso ellos consideraron perentorio.

Puede ser discutible si el proyecto que dejó adjudicado el PP en el anterior mandato era el mejor, si la empresa contratada estaba en condiciones de cumplir o si habría que acudir a los juzgados para hacer valer las condiciones de adjudicación. Pero lo que no admite debate es que, pese a las reiteradas advertencias de los partidos de la oposición, de muchos aficionados y del propio club, el equipo de gobierno no actuó con la diligencia debida. No fue hasta finales de octubre pasado cuando se rescindió el contrato con la empresa adjudicataria y, pese a que se han realizado algunas pequeñas obras de parcheo, a estas alturas es imposible que nadie garantice una fecha para que Riazor reúna las condiciones debidas. Desde luego, no en esta temporada y seguramente tampoco en la siguiente. A la vista de que el actual equipo de gobierno no está sobresaliendo por su agilidad administrativa, quizás acierten los que colocan el final de las obras hacia el año 2020.

De aquí allá, la ciudad tendrá que soportar todavía muchos temporales. Y los aficionados recordarán que el Dépor-Betis de ayer tuvo que ser suspendido por circunstancias que van más allá de las meteorológicas. Porque cada día que pasa parece más claro que no hay excusas para que las cubiertas no estén aún en condiciones de resistir los días duros del invierno. Salvo que se trate de un capricho político cargado de irresponsabilidad. Y eso sí que socava la confianza.