Basado en hechos reales. Ocurrió hace unos 15 días. Uno de los trabajadores de la obra de la plaza de San Pablo reñía a unos niños que jugaban en la zona. Se les había colado el balón dentro de un parterre en el que se había plantando césped nuevo. Pese a estar delimitado con una cinta de plástico, los críos lo saltaron para recuperar la pelota. «Si hacéis esto todo nuestro trabajo no sirve para nada», les decía con toda la razón y en voz alta, para que lo oyesen los padres. Sin embargo, el mayor del grupo, de unos diez años, tenía un reproche: «¿Y los seis meses que lleváis con esto parado sin que los niños podamos jugar aquí qué?».
No pude evitar sonreír ante el descaro de un chaval, convertido por un momento en airado líder vecinal. En cierto modo, canalizaba el mosqueo de muchos de los vecinos. No entienden nada de lo que está ocurriendo con esa obra. De ponerles los dientes largos con una reforma integral de un área que la pedía a gritos se ha pasado a un constante gesto de incomprensión. Por allí, en las mesas de la Dehesa y el Pinar, en la cola del San Brandán o en el quiosco de Donantes de Sangre no es raro encontrarse con todo tipo de comentarios. «¿Pero esto de qué va?». «Aquí un día trabajan y luego están diez días sin volver». «Esto es un descontrol». «Quieren espacios verdes y nos asfaltan los caminos con chapapote». «No sé para qué hacen esto si total lo están dejando igual». «Lo que había que hacer era una foto de antes y otra del después y abajo poner cuánto nos costó esto». Así hasta el infinito.
En septiembre del 2016 se podía ver cómo se pintaban los maltrechos bordillos y bancos de la zona. Era una capa de pintura blanca y verde, respectivamente. La gente se quejaba: «¿Es esta la reforma prometida?». Posteriormente, se actuó en los caminos. Se asfaltaron. Y mancharon los bordillos pintados. Poco después, ¡sorpresa!, se quitaron. La gente, con cara de interrogante. Se colocaron bordillos nuevos. También desaparecieron los columpios y los bancos. Más desconcierto. Al final volvieron los bancos restaurados. Los columpios, no. Todo este recital se acompañó de constantes parones. Durante días, a veces semanas, no se movía una pala. Con todo patas arriba, daba la sensación de que la cosa quedaba en suspenso o abandonada.
Ayer se veía el césped ya crecido. Los vecinos desconocen si se encuentra cerca el fin de este despropósito. Las vallas y las cintas permanecen. Algunos de los arreglos del principio semejan ya viejos por el tiempo transcurrido. Nadie se atreve a cantar victoria. A lo mejor, solo se trata de otro trompicón más. ¡Y aún falta la parte de la explanada del garaje! Lástima que no acuda el niño contestatario al Ayuntamiento a pedir explicaciones. Seguro que él lo arreglaba.